El Carnaval y la Cuaresma: dos caras de una misma moneda

Valeria Rodríguez (IES N°1)

vale_lar@hotmail.com

Resumen

El cuerpo en la Edad Media es tomado desde dos perspectivas aparentemente opuestas. Por un lado, desde el cristianismo, es menospreciado ya que es el equivalente al “veneno del alma”, es la causa de todos nuestros pecados, constantemente nos tienta a dejarnos llevar hacia los placeres carnales. Por otro lado, hay un ritual que se da antes de la Cuaresma, se trata del Carnaval. Es allí donde toda la comunidad se libera de todo tipo de represión, no hay jerarquías, todo es exceso, los cuerpos son homenajeados. Las comilonas, la risa, la falta de pudor, son todas características de este festejo tan particular. Se podría pensar que existe una suerte de vida paralela en el Carnaval, hay una necesidad de salirse de todas las prescripciones que realiza la religión. Pero lo que sostendremos con este trabajo es que, contrariamente a lo mencionado, el Carnaval es tomado por la religión cristiana y existe en función de ésta. Las fechas en donde se realizan los carnavales son pautadas por el cristianismo mismo, el Carnaval es siempre anterior a la Cuaresma. Le otorga legitimidad dentro de los parámetros del tiempo litúrgico. Para poder demostrar esto realizaremos un recorrido sobre la concepción del cuerpo para el cristianismo, la concepción del cuerpo en el Carnaval, y por último abordaremos algunos escritos de Agustín de Hipona ya que lo consideramos un exponente de la época y tiene una posición muy clara con respecto al cuerpo y al rol de los sentidos.

Palabras clave: Carnaval, Cuaresma, Cristianismo, Agustín de Hipona, cuerpo.

Abstract

In the Middle Ages, the body is taken from two seemingly opposing perspectives. In the first place, Christianity is shunned because it is considered as “the poison of the soul", it is the cause of all our sins, and it constantly lead us into temptations. On the other hand, there is a ritual that occurs before Lent, it is the Carnival. It is there where the whole community is free from all kinds of repression, there is no hierarchy, everything is dissipation and the bodies are honored. The feasting, the laughter, the lack of modesty; they are all features of this special celebration. We could think that there is a kind of parallel life in the carnival, there is a need to get out of all prescriptions carried by religion. However we will argue in this work that contrary to the above the Carnival is taken by the Christian religion and it exists in its function. The dates when the carnivals are held are prescribed by Christianity, the Carnival is always before Lent, which gives legitimacy within the parameters of the liturgical season. To demonstrate we will go through a journey on the conception of the body to Christianity, the conception of the body in the Carnival, and finally we will address some writings of Augustine of Hippo and we will consider him as an exponent of the time and he has a very clear position related to the body and the role of the senses.

Keywords: Carnival, Lent, Christianity, Augustine of Hippo, Body.

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Introducción

El cuerpo en la Edad Media es tomado desde dos perspectivas aparentemente opuestas. Por un lado, desde el cristianismo, es menospreciado ya que es el equivalente al “veneno del alma”, es la causa de todos nuestros pecados, constantemente nos tienta a dejarnos llevar hacia los placeres carnales. Por otro lado, hay un ritual que se da antes de la Cuaresma, se trata del Carnaval. Es allí donde toda la comunidad se libera de todo tipo de represión, no hay jerarquías, todo es exceso, los cuerpos son homenajeados. Las comilonas, la risa, la falta de pudor, son todas características de este festejo tan particular.

Se podría pensar que existe una suerte de vida paralela en el Carnaval, se podría pensar que es en este momento donde el Cristianismo se ve vencido, o mejor dicho, es resistido a ser incorporado a la vida de la comunidad. Hay una necesidad de salirse de todas las prescripciones que realiza la religión. Pero lo que sostendremos con este trabajo es que, contrariamente a lo mencionado, el Carnaval es tomado por la religión cristiana y existe en función de ésta. Las fechas en donde se realizan los carnavales son pautadas por el cristianismo mismo, el Carnaval es siempre anterior a la Cuaresma. Le otorga legitimidad dentro de los parámetros del tiempo litúrgico.

Para poder demostrar esto realizaremos un recorrido sobre la concepción del cuerpo para el cristianismo, la concepción del cuerpo en el Carnaval, y por último abordaremos algunos escritos de Agustín de Hipona ya que lo consideramos un exponente de la época y tiene una posición muy clara con respecto al cuerpo y al rol de los sentidos.

Demostraremos que, más allá de la oposición de los rituales (Carnaval y Cuaresma), el cristianismo es el que va pautando los tiempos en que se realizan dichas ceremonias, es decir, que más que un acto de resistencia se trata de una celebración que forma parte de la religión misma.

Creemos que este párrafo del texto de Le Goff resume el espíritu y el propósito de nuestro trabajo:

De un lado, la ideología del cristianismo convertido en religión de Estado reprime el cuerpo, y del otro, con la encarnación de Dios en el cuerpo de Cristo, hace del cuerpo del hombre “el tabernáculo del Espíritu Santo”. De un lado, el clero reprime las prácticas corporales, del otro las glorifica. De un lado la Cuaresma se abate sobre la vida cotidiana del hombre medieval, del otro el Carnaval retoza en sus excesos (Le Goff, 2006: 31).

El cuerpo en el cristianismo

En la religión cristiana el cuerpo tuvo, a nuestro criterio, dos interpretaciones. Por un lado, era menospreciado ya que era el equivalente al pecado original pero, por otro, la resurrección de Cristo y la promesa de un paraíso ponen de relieve la importancia de este cuerpo. Era menospreciado ya que se interpreta al pecado original como un pecado sexual. Adán y Eva sucumben a la tentación del diablo y es de ahí en más en donde el hombre debe cubrir su cuerpo para no estar nunca más desnudo.

En la alta Edad Media, los monjes practican un método para lograr la abstinencia de los placeres corporales: el ascetismo. En el siglo VI se populariza en Italia una regla monástica llamada “Regla de Benito” que consistía en prácticas ascéticas rigurosas, abstinencia forzosa y en algunos casos hasta estaban justificados los azotes. Se consideraba que todo tipo de ocio era malo por eso los monjes debían dividir su tiempo entre trabajos físicos y trabajos intelectuales, es decir, dedicarse a la lectura de textos sagrados (Bowen, 1985).También nos comenta Jaques Le Goff en su texto Una historia del cuerpo en la Edad Media que con los Padres de la Iglesia surge un “ideal ascético” que cobra protagonismo gracias a la influencia que tuvo en la Iglesia. Éste se presentaba como el ejemplo a seguir para tener una vida cristiana ideal ya que con la abstinencia nos liberaríamos de la tiranía del cuerpo y de esta manera estaríamos acercándonos más a Dios. Aquí queda evidenciado el rol negativo del cuerpo, era un estorbo en la relación con Dios, hay que evitar caer en la gula o en la lujuria, dos pecado capitales relacionados directamente con el cuerpo.

En palabras del historiador Le Goff:

De un lado el cuerpo es despreciado, condenado, humillado. En la cristiandad, la salvación pasa por una pena corporal […] El modelo humano de la sociedad de la alta Edad Media, el monje, mortifica su cuerpo. Llevar el cilicio sobre la carne es el signo de una piedad superior. Abstinencia y continencia se hallan entre las virtudes más fuertes. La gula y la lujuria son los mayores pecados capitales. El pecado original, fuente de la desdicha humana, que figura en el Génesis como un pecado de orgullo y un desafío del hombre hacia Dios, se convierte en la Edad Media en un pecado sexual. El cuerpo es el gran perdedor del pecado de Adán y Eva revisado de este modo (Le Goff, 2006: 13).

Por otro lado, habíamos mencionado que con la resurrección de Cristo y la promesa de un paraíso, en donde vamos a morar después de la muerte con un cuerpo igual al que tenemos en la Tierra, se le está dando al cuerpo una interpretación positiva. Jesús, el hijo de Dios, su representante en la tierra, toma la forma de un cuerpo humano, y con su muerte redime a toda la humanidad del pecado original, con este gesto se nos presenta la salvación, y con la posterior resurrección nos garantiza una vida feliz después de la muerte. Le Goff lo resume de la siguiente manera:

Lo que sucede es que, por otro lado, el cuerpo se glorifica en el cristianismo medieval. El acontecimiento capital de la historia –la encarnación de Jesús- fue la redención de la humanidad mediante el gesto salvador de Dios, del hijo de Dios, tomando un cuerpo de hombre. Y Jesús, Dios encarnado, venció a la muerte: la resurrección de Cristo funda el dogma cristiano de la resurrección de los cuerpos, creencia inaudita en el mundo de las religiones. En el más allá, hombre y mujeres volverán a encontrar un cuerpo, para sufrir en el Infierno, para gozar lícitamente gracias a un cuerpo glorioso en el Paraíso, donde los cinco sentidos serán agasajados […] (Le Goff, 2006: 13)

En el texto de Agustín de Hipona Consecuencias y perdón de los pecados y el bautismo de los párvulos se explica que la resurrección implica una renovación espiritual del cuerpo, en contraposición tenemos el cuerpo animal que es aquel que sucumbe a los placeres terrenales. La resurrección viene a subsanar la muerte causada por el pecado original y nos otorga la incorrupción eterna a cambio. Es decir, la muerte corporal es inevitable ya que cargamos con la marca del pecado original pero después de ella lograremos la resurrección si hemos llevado una vida acorde a la gracia divina. Queda en claro que no se habla de la resurrección solamente en términos de “espiritualidad” sino que hay una promesa de inmortalidad de los cuerpos.

Lo sabemos: con Cristo fue crucificado algo de nosotros, que es el hombre viejo, para destruir lo que de nuestro cuerpo estaba esclavizado al pecado. Pues morir es liberarse del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos también que viviremos con él. (Romanos 6: 6-8).

Queda evidenciado de esta manera las dos posiciones que hay sobre el cuerpo en la religión cristiana, por un lado, como mencionamos más arriba, el desprecio por lo corporal ya que está relacionado a los placeres y éstos nos alejan de Dios. Por otro lado, la resurrección valora positivamente al cuerpo, nos promete un más allá en donde podremos disfrutar con los cinco sentidos.

El Carnaval de la Edad Media

La fiesta popular de la Edad Media, el Carnaval, era un ritual que se daba en un momento determinado del año, previo a la Cuaresma, en donde todos los excesos estaban permitidos. Era una fiesta en donde toda jerarquía desaparecía, los miembros de la Iglesia y de la comunidad eran pares.

Todos estos ritos y espectáculos organizados a la manera cómica, presentaban una diferencia notable, una diferencia de principio, podríamos decir, con las formas del culto y las ceremonias oficiales serias de la Iglesia o del Estado feudal. Ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente no-oficial, exterior a la Iglesia y al Estado; parecían haber construido, al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una segunda vida a la que los hombres de la Edad Media pertenecían en una proporción mayor o menor y en la que vivían en fechas determinadas. Esto creaba una especie de dualidad del mundo […] (Bajtin, 2003: 8).

La fiesta popular de la Edad Media se caracterizaba por una efusión colectiva, se liberaban de todo lo reprimido. Era lo opuesto a las fiestas oficiales religiosas, de hecho, se burlaban de dichos festejos. “La risa popular recoge la esencia carnavalesca de un cuerpo que estalla en risotadas; indiferenciado del hombre, un cuerpo que desborda sin cesar hacia la naturaleza, el cosmos, la multitud, el exceso.” (Le Breton, 2002: 44). La exaltación de la risa iba en contra del carácter serio de la época feudal y de la austeridad que promovía la Iglesia.

El carnaval es sinónimo de liberación (transitoria, pero liberación al fin), de júbilo, hay un sentido de comunión entre todos los participantes. No hay jerarquías, no hay reglas ni tabués. El cuerpo es la integración a un todo social, no hay una separación entre hombre y cuerpo. Todo lo relacionado a lo corporal cobra protagonismo y es celebrado con alegría.

La Edad Media da origen a un cuerpo grotesco, un cuerpo en donde la atención reside en las protuberancias, en todo lo que resalte y extienda el cuerpo hacia el cosmos. Por ejemplo tienen un rol principal la nariz, la boca, los genitales, el vientre, entre otros. En palabras de Le Breton:

El cuerpo grotesco está formado por salientes, protuberancias, desborda de vitalidad, se entremezcla con la multitud, indiscernible, abierto, en contacto con el cosmos, insatisfecho con los límites que permanentemente transgrede. (Le Breton, 2002: 31).

La exageración es una de las características más importantes de lo grotesco. La boca siempre se mostraba abierta, dispuesta para la glotonería, la nariz prominente en representación del falo, los vientres grandes, todo significa un exceso, una fusión con el cosmos. Bajtin lo describe de este modo:

Entre todos los rasgos del rostro humano, solamente la boca y la nariz (esta última en sustituto del falo) desempeñan un rol importante en la imagen grotesca del cuerpo. Las formas de la cabeza, las orejas y también la nariz, no adquieren carácter grotesco sino cuando se transforman en formas de animales o de cosas. Los ojos no juegan ningún rol: expresan la vida puramente individual, y en algún modo interna, que tiene su existencia propia, la del nombre, que no cuenta mucho para lo grotesco. Solo cuentan los ojos desorbitados, pues lo grotesco se interesa por todo lo que sale, hace brotar, desborda del cuerpo, todo lo que busca escapar de él. (Bajtin, 2003: 285).

Recordemos que en la fiesta popular no hay mirada ya que no hay espectáculo, todos forman parte de la fiesta, son la fiesta, son una comunión. Los hombres se funden en la plaza pública, se burlan de los usos y costumbres de la religión. El Carnaval es transgresión, libera lo habitualmente reprimido.

En el Carnaval se festeja en la unidad, en comunidad. Se valoriza el hecho mismo de vivir, en cambio, en las fiestas oficiales no hay espacio para salirse de lo establecido, están basadas en la separación y en la jerarquización: “El carnaval absuelve y confunde; la fiesta oficial fija y distingue.” (Le Breton, 2002: 31).

La concepción agustiniana del cuerpo

Para la tradición cristiana hay una estructura trinitaria de toda la creación, esta consiste en: modo, especie (determinación) y fin (pondus). El pondus representa el propósito de toda especie, particularmente el de la especie humana es la voluntad. Pero cuando Adán sucumbe ante la tentación del Diablo y se comete el pecado original condena a toda la humanidad y pasamos a tener una naturaleza caída, es a partir de este momento que el pondus del hombre estará desviado. Hay una limitación en el libre albedrío ya que con el pecado original se nos condena y ya no se podrá elegir no pecar, estamos condenados a pecar. Sólo a partir de la gracia divina podríamos remediar parcialmente esta condena.

Agustín lo explica de la siguiente manera:

Cuando pecó, pues, Adán, desobedeciendo a Dios, entonces su cuerpo, aunque animal y mortal, perdió la gracia, por la que todos sus miembros obedecían plenamente a su alma; entonces apareció el movimiento bestial, tan afrentoso para los hombres, del que se avergonzó Adán al verse desnudo. Entonces también, con una especie de enfermedad originada por aquella corrupción súbita y pestilencial, perdieron el vigor estable de la juventud, en que fueron creados por Dios, para ir al encuentro de la muerte a través de las vicisitudes de las edades. (Agustín de Hipona, s/d: 9)

En Confesiones Libro X, Agustín propone un recorrido hacia la interioridad para encontrar a Dios y encontrarse a sí mismo. Para encontrarse con Dios partirá de las cosas externas, sirviéndose de los cinco sentidos, para luego arribar a la interioridad.

Cuando finalmente se pregunta qué es lo que busca cuando busca a Dios la respuesta del autor es la vida feliz. Esta felicidad a la que se hace referencia es una felicidad absoluta a la cual el hombre no tiene acceso debido a su naturaleza caída. Precisamente lo que propone el cristianismo, y por ello su masividad y aceptación, es la promesa de una vida feliz después de la muerte donde nos reencontraremos con nuestros seres queridos que ya no están más en esta tierra. Promete la felicidad absoluta, esa felicidad absoluta no la hemos experimentado aún, pero sí tuvo nuestro espíritu en algún momento una vivencia cercana a la felicidad, por eso podemos anhelar dicha felicidad, porque el espíritu tuvo un contacto con algo similar y eso quedó en nuestra memoria. Esta felicidad no se capta por los sentidos, sino que la capta el espíritu.

Esa felicidad que todos buscamos es Dios mismo, es la vida feliz en sí. Los que piensan que la vida feliz está en otro tipo de gozo van por un camino equivocado. La vida feliz es el gozo de la verdad y ésta es Dios. La felicidad no se encuentra a través de los sentidos sino en el interior de cada uno, por eso quien quiera encontrar a Dios intentará contener todo tipo de tentación que le ofrezca el mundo sensible ya que los sentidos obstaculizan el recorrido que debe hacer cada uno para encontrarse a sí mismo y a Dios en el interior de su alma. Cabe aclarar que no podremos no pecar en absoluto ya que el hombre tiene una naturaleza caída, tiene su pondus desviado que lo aleja de Dios y no le permite abstraerse totalmente de las atracciones del mundo.

En el recorrido hacia la interioridad Agustín tiene la necesidad de confesarle a Dios todos los placeres que lo deleitan en la vida cotidiana: la debilidad de la carne, el disfrute de la música, la embriaguez, la glotonería, las formas y los colores bellos, incluso las alabanzas. Estos placeres lo desvían de su gracia divina y le pide perdón y ayuda a Dios para poder combatirlos.

En este autor se ve claramente que, si bien en un principio para encontrar a Dios se vale de los sentidos como instrumentos que lo ayudan en su búsqueda, el cuerpo y los sentidos tendrán finalmente un rol negativo ya que constituyen un obstáculo para que se dé el encuentro con Dios. El camino para llegar a él se verá facilitado si nos abstenemos de todo placer y no sucumbimos ante las tentaciones. En la Carta a los romanos de Pablo queda claro:

Los que se guían por la carne piensan y desean lo que es de la carne; los que son conducidos por el Espíritu van a lo espiritual. La carne tiende a la muerte, mientras que el Espíritu se propone vida y paz. No hay duda que el deseo profundo de la carne es rebeldía contra Dios; no se conforma, y ni siquiera puede conformarse al querer de Dios. Por eso, los que están bajo el dominio de la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8: 5-8).

¿Carnaval versus Cuaresma?

El origen del Carnaval se remonta a las fiestas paganas de la antigua Roma y la antigua Grecia tales como las Saturnalias y las Bacanales. Dichas fiestas consistían en beber excesivamente, divertirse y realizar grandes banquetes. Con el surgimiento del cristianismo, en principio, se intentaron suprimir dichas festividades, pero al resultar muy difícil extinguirlas lo que se hizo fue sustituirlas, darles un nuevo significado.

Si bien los filólogos no se han puesto de acuerdo sobre la etimología de la palabra Carnaval, tomaremos la versión que nos parece más adecuada. Ésta sostiene que proviene del latín Carnevale compuesta a su vez por dos palabras carne y levare que significa “quitar la carne” (Walter, 2004).Recordemos que el Carnaval es una celebración previa a la Cuaresma, allí se “festejaría” la despedida de la carne, es el período en donde está permitido satisfacer las necesidades del cuerpo, de hecho existe el “Mardi Gras” que es literalmente: “Martes Gordo” haciendo referencia a la comilona antes del miércoles de ceniza que es cuando comienza el ayuno y el período de abstinencia propio de la Cuaresma. Durante este período ya no podremos dedicarnos al cuerpo sino al espíritu.

Las Saturnalias o fiestas de invierno fueron una de las fiestas paganas más difíciles de erradicar, tanto que el cristianismo debió adaptarlas y darle una explicación que concuerde con dicha religión. En estas fiestas se homenajea al Dios romano de la agricultura: Saturno. Se piensa que se realizaban estas fiestas al finalizar la temporada de siembra en invierno, ya que les quedaba a los campesinos un tiempo para descansar hasta retomar nuevamente las actividades. Podemos imaginarnos la vida de un campesino, siglos más tarde, ya cristianizado pero con un bagaje de rituales paganos. Eileen Power (Power, 1998) nos describe la vida del campesino Bodo: éste era supersticioso, no se había podido despegar de sus viejas creencias paganas todavía y seguía recitando antiguos conjuros.

El cristianismo le ha conferido su matiz distintivo a estos ensalmos, pero no ha borrado su origen pagano y, como el cultivo del suelo es la actividad más antigua e inalterable, las viejas creencias y supersticiones se adhieren a ella […]” (Power, 1998: 25).

La Iglesia, dice Power, no se opuso a los antiguos ritos, sino que fue incorporando de a poco ciertas características propias del cristianismo a dichos rituales para finalmente hacerlos propios. Esto mismo sucedió con el Carnaval, tiene su origen en fiestas paganas que no pudieron ser erradicadas completamente, por eso son adaptadas al calendario litúrgico y se les otorga un lugar estratégico: anteceder a la Cuaresma. De esta manera, la vida sufrida de los campesinos medievales seguirá teniendo un momento de diversión, de liberación, pero ya no estará este festejo justificado desde las deidades romanas o griegas sino que el nuevo motivo será la despedida de la carne para luego adentrarse en el ayuno de la Cuaresma en conmemoración a Cristo.

Conclusiones

Con este trabajo quisimos demostrar que, contrariamente a lo que podríamos pensar, el Carnaval no es ajeno a la religión cristiana. Si bien es un momento en donde todas las pulsiones son liberadas sin ningún tapujo, el cristianismo mismo le otorga un lugar específico en el calendario religioso. El Carnaval es siempre anterior a la Cuaresma, es un momento en donde se revaloriza el papel del cuerpo sólo para luego continuar con el ayuno y la abstinencia que caracterizan los actos de penitencia y reflexión propios de la Cuaresma.

Tanto en la Biblia como en los textos de Agustín de Hipona el lugar que ocupa el cuerpo es de inferioridad, aquél que se deja llevar por los placeres de la carne se desviará del camino que lleva a Dios. Pero los rituales paganos tenían tanto arraigo en la comunidad que el cristianismo debió otorgarle un lugar en el tiempo litúrgico. Y qué mejor lugar para desatar todo impulso carnal que antes de una abstinencia de cuarenta días en conmemoración a Cristo. En la Biblia se deja en claro la posición que se toma en torno a los placeres de los sentidos:

Dejemos, pues, las obras propias de la oscuridad y tomemos las armas de la luz. Como en pleno día, andemos decentemente; así pues, nada de banquetes con borracheras, nada de prostitución o de vicios, o de pleitos, o de envidias. Más bien revístanse de Cristo Jesús, el Señor, y ya no se guíen por la carne para satisfacer sus codicias. (Romanos 13: 12-14).

Agustín también es claro en este tema, si bien nos podemos servir de los sentidos para iniciar nuestro recorrido hacia la interioridad, que es donde nos encontraremos con Dios, debemos intentar abstenernos de caer en el pecado. Si bien lograrlo completamente sería imposible ya que el hombre tiene una naturaleza caída por la cual está condenado a pecar. Lo que propone este autor es contenerse de todo placer y para ello le pide ayuda a Dios.

Por otro lado, habíamos mencionado que la tradición pagana estaba tan arraigada que la Iglesia no tuvo otra opción que incorporar esos ritos a la religión. Vemos entonces, que en este espacio de Carnaval quedan permitidos los excesos de la carne pero nunca se abandona la tarea de evangelizar para que los hombres intenten pecar lo menos posible, para que no caigan en la necesidad de satisfacer sus placeres corporales.

Otro punto importante a destacar es que la situación social y económica de esta etapa feudal favorecía a que los hombres aguardaran con ansias la fecha del Carnaval para poder disfrutar aunque sea un poco. Los campesinos, principalmente, tenían una vida muy sacrificada, trabajaban demasiado y no se contentaban con tener el domingo libre e ir a misa, deseaban bailar y cantar, pero no estaba bien visto por los clérigos que los acusaban de entonar versos paganos. Por este motivo en el Carnaval liberaban todo lo que tenían reprimido y por un instante se sentían dichosos.

Una vez finalizado el Carnaval llegaba el turno de la Cuaresma, era el momento de realizar el ayuno y la abstinencia, un momento de reflexión y penitencia dedicado a cultivar el espíritu. Un momento dedicado a Cristo, donde por esos cuarenta días se llevaba una vida cristiana ejemplar.

            La Iglesia comprendió rápidamente que para poder tener un pueblo que acatara las normas que exigía la Cuaresma debía ceder algo a cambio, y con el Carnaval lo había logrado. De esta manera vemos como, en realidad, Carnaval y Cuaresma son dos caras de una misma moneda.


BIBLIOGRAFÍA

- Agustín de Hipona Confesiones. Trad.: Ángel Custodio Vega. Madrid: La Editorial Católica, 1974

--------------------- Consecuencias y perdón de los pecados y el bautismo de los párvulos, Disponible en:
http://www.augustinus.it/spagnolo/castigo_perdono/index2.htm [consulta: 17 de Mayo de 2013]

- Bajtin, M. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Madrid: Alianza Editorial, 2003

- Biblia Trad.: Bernardo Hurault. Madrid: Editorial Verbo divino, 1972

- Bowen, J. Historia de la educación Occidental. Barcelona: Herder, 1985

Le Breton, D. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 2002

Le Goff, J. y Truong, N. Una historia del cuerpo en la Edad Media. Buenos Aires: Paidós, 2006

Power, E. Gente de la Edad Media. Buenos Aires: Eudeba, 1998.

Walter, P. Mitología cristiana: fiestas, ritos y mitos de la Edad Media. Buenos Aires: Paidós, 2004



Alicia en el país de la filosofía, Año I, Número I, Nov-dic 2015