Alicia en el país de la filosofía, Año II, Número II, Nov-Dic 2016

Nuestra identidad: el símbolo

 

Adriana Díaz

IES N° 1 “Dra. Alicia M. de Justo”

diaz.figueredo.adriana@gmail.com

 

Resumen: Hablar de identidad nos remite al carácter ontológico del hombre. Por eso vamos a comenzar comentando la propuesta de Ernst Cassirer, que presenta al ser humano “como ser simbólico”. Luego, profundizando en esta concepción, tomaremos el concepto de lingüisticidad de la experiencia humana, y  la experiencia de lo bello en la obra de arte, de Hans Gadamer. El lenguaje nos interesa, no desde el punto de vista del lingüista, sino como constitutivo de lo humano, como forma de acceso a la experiencia hermenéutica que propone Gadamer. Experiencia hermenéutica que, en definitiva, no deja de ser otra cosa que el acceso al mundo humano. Lo interesante de esta naturaleza simbólica del hombre es que le brinda cierto grado de libertad en la creación de “su mundo”, es decir, el hombre goza de cierta apertura hacia el futuro. Dicho filósofo intenta interpretar al símbolo no desde la postura clasicista sino desde la perspectiva de la obra de arte.

Hablar de sujeto e identidad significa entonces, hablar de un mundo específicamente humano, de un mundo simbólico no empírico, y es sobre este mundo que queremos reflexionar. Respecto de éste,  Friedrich Nietzsche va a hablarnos de dos dimensiones: la dimensión de las ciencias (más conceptual, abstracta) y la dimensión intuitiva, la del arte y la creatividad, él nos invita a recorrer en una de ellas.

Palabras clave: Identidad, naturaleza humana, símbolo, mundo humano, verdad


Abstract: To talk about identity refers us to the ontological nature of man. Because of this we are going to begin discussing the proposal by Ernst Cassirer that presents the human being “as a symbolic being”. Later on, we’ll delve into this conception taking into account the concept of “linguistic human experience” and “the experience of beautiful in the works of art” by Hans Gadamer. Language interests us, not from a linguistic point of view but as constitutive of the human, as a form of access to the hermeneutic experience that Gadamer proposes. The hermeneutic experience, in short, doesn’t cease from being anything other than the access to the human world. What’s interesting about this symbolic nature of man is that it provides a certain degree of freedom in the creation of “their world”. In other words, the man enjoys a certain opening to the future. Said philosopher attempts to interpret that symbol not from the classicist stance but from the perspective of the work of art.

Hence to talk about subject and identity means to talk about a world specifically human, a symbolic world not empirical – and it is about this world that we intend to reflect on. Regarding this world, Friedrich Nietzsche is going to talk about two dimensions: the dimension of sciences (more conceptual, abstract) and the intuitive dimension of art and creativity, he invites us to go through in one of them.

 Keywords: Identity – Human Nature – Symbol – Human World - Truth

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Identidad

El Diccionario de filosofía Herder al hablar de identidad nos dice que es:

El tipo de unidad o de relación de igualdad que se atribuye a lo que es idéntico a sí mismo. En expresión de Aristóteles es una «especie de unidad de ser», o sea, una manera de ser «uno» … El sentido, no obstante, de este principio fundamental, sin el que nada podría pensarse, se experimenta y capta en la conciencia que el ser humano tiene de sí mismo, en la conciencia de la identidad personal, por la que el sujeto se comprende como un sí mismo permanente a través de todos los cambios y una singularidad individual, que le distingue de cualquier otra cosa, exterior o interior, incluidos los propios estados internos, mentales o psíquicos. (Herder versión digital)

Si hablamos entonces de lo permanente, de lo inmutable en él, estamos hablando de la ontología del hombre. Es por esta razón que recurrimos a la concepción del hombre como ser simbólico.

Esta concepción se inicia con Ernst Cassirer, que nos habla justamente de este aspecto que diferencia al hombre de cualquier otra criatura. ¿Cúal es la naturaleza del hombre? ¿Qué es lo propiamente humano? ¿Cómo construye su identidad el hombre? A través del símbolo.

Actualmente al hablar de identidad posiblemente estemos hablando de cuáles son los símbolos con los identificamos, pero nosotros, en esta ocasión, nos vamos a colocar un escalón antes y vamos a reflexionar sobre las implicaciones que tiene que el hombre sea un ser simbólico.

El hombre como animal simbólico

El filósofo Ernst Cassirer, tomó del biólogo Johannes Von Uexküll[1]  un esquema acerca del mundo biológico; Uexküll, plantea que cada organismo posee un sistema “receptor” y un sistema “efector”; a través del primero, cada especie recibe los estímulos del exterior; y, a través del segundo, reacciona frente a estos estímulos. Ambos sistemas se encuentran en equilibrio y son los que permiten a cada especie adaptarse a su ambiente y sobrevivir, y es lo que nuestro biólogo denomina “círculo funcional”.

Cassirer va a argumentar a partir de este esquema que, en el caso del hombre, la respuesta entre estímulo respuesta no sería inmediata, sino que estaría retardada por un proceso de pensamiento. Con lo cual esta idea de superioridad del hombre, esta idea de hombre como animal racional superior al resto de las especies, quedaría relegada, ya que este proceso lento y complejo de pensamiento, Cassirer lo presenta como una dificultad más que como una virtud.

El hombre no puede escapar a su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un “universo simbólico”. […]  La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica.  (Cassirer, 1967: 47)

Este universo simbólico estaría compuesto por toda la “realidad humana” partiendo desde el lenguaje en adelante: mito, religión, arte, etc. Lo que nos deja claro nuestro filósofo es que el hombre más que una virtud posee la incapacidad de relacionarse directamente con la realidad. Siempre entre la realidad y el hombre hay un proceso de pensamiento, en sus palabras: el hombre se ha envuelto en formas lingüísticas. Y aun considerando al lenguaje conceptual como fuente de racionalidad nos equivocamos, porque existe el lenguaje emotivo, el poético, el lógico, etc.

Por lo tanto en lugar de definir al hombre como un “animal racional” lo definiremos como un “animal simbólico”. (Cassirer, 1967: 49)

Cassirer nos propone entonces como rasgo distintivo del hombre, como clave de la naturaleza humana, al símbolo.

Lingüisticidad de la experiencia hermenéutica

Lingüisticidad de la experiencia hermenéutica es la expresión que va a utilizar Gadamer para referirse y explicar el tipo de relación que tiene el hombre con el mundo. Y cuando habla de lingüisticidad, toma al lenguaje desde una perspectiva alejada a la de la filosofía moderna y a la de las ciencias del lenguaje.  Va a tomar al pensador W. von Humboldt[2], quien es el creador de la filosofía del lenguaje, del cual dice que:

Su objetivo sería estudiar cómo se despliega la naturalidad del lenguaje humano _ una perspectiva ganada laboriosamente a la contra del racionalismo y de la ortodoxia_   en la amplitud de experiencias de la diversidad de la estructura del lenguaje humano. Reconociendo en cada lengua un organismo intenta estudiar en su consideración comparativa la riqueza de los medios de los que se ha servido el espíritu humano para ejercer su capacidad de lenguaje.  (Gadamer, 1997 : 526)

Gadamer toma el pensamiento de Humboldt porque el punto de partida de su pensamiento es la idea de que existe una conexión directa entre el espíritu humano y las lenguas, a dicha conexión él la va a llamar:  fuerza del espíritu humano.  Humboldt estaría planteando que lo característico de lo humano sería entonces esta capacidad de lenguaje, y esta tendencia a perfeccionarla, que para ser más específicos Gadamer dice es la:  fuerza lingüística originaria del espíritu humano.

Pero Humboldt plantea además que: existe un nexo indisoluble entre individualidad y naturaleza humana, lo que nos permitiría comprender la constitución de la lingüística humana en general. Sin olvidar, que para él, cada lengua es comprendida como una determinada acepción del mundo.

La finalidad perseguida por Humboldt, según Gadamer es la abstracción hacia la forma, busca mostrar a las lenguas humanas como el reflejo de las peculiaridades espirituales de cada nación, pero con esto quedaría reducida la universalidad del nexo pensamiento y lenguaje, al formalismo de un poder hacer.

Ustedes se preguntarán “un poder hacer” qué:

El poder hacer un uso infinito de medios finitos es la verdadera esencia de la fuerza que es consciente de sí misma. Esta fuerza abarca todo aquello en lo que puede ejercitarse. En este sentido la fuerza lingüística es superior a todas sus aplicaciones de contenido. (Gadamer, 1997: 528)

Ahora bien Gadamer va a comenzar a alejarse de esta perspectiva, porque si cada lengua implica una forma de ver el mundo, no lo es en cuanto a conjunto de signos representantes de este mundo, sino que lo que constituye un determinado tipo de lengua es su uso hablado, lo que se ha transmitido, y lo que Gadamer intenta es referirse a los elementos que hacen de la lengua una entidad viva y dialéctica. Es por este motivo que lo que le interesa no es esta abstracción de la lengua que Humboldt realiza, sino la idea de que todo acceso a una lengua extranjera implica un nuevo punto de vista.

 Para Humboldt, ante el aprendizaje de una lengua extranjera, si uno traslada su propio punto de vista, no se logra el acceso a este nuevo mundo. En cambio, para Gadamer, cuando uno incluye un nuevo punto de vista a su propia acepción del mundo, es cuando realmente se realiza la experiencia hermenéutica. A partir de ahora nos detendremos en esta idea de Gadamer, la de “experiencia hermenéutica”.

Nuestro filósofo pondrá el foco en esta idea de que siempre hay una interpretación frente a lo nuevo, porque por mucho que uno intente desplazar su propia acepción del mundo, dejarla en suspenso, nunca la olvida, por lo tanto él va a decir algo así como que: ese nuevo mundo tiene una verdad en sí, y también una verdad propia para nosotros.

Y este es justamente el tema que nos interesa a nosotros, el lenguaje, no desde el punto de vista del lingüista, sino como constitutivo de lo humano, como forma de acceso a la experiencia hermenéutica que propone Gadamer. Experiencia hermenéutica que, en definitiva, no deja de ser otra cosa que el acceso al mundo humano.

El lenguaje no es sólo una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre tal como está en el mundo, sino que en él se basa y se representa el que los hombres simplemente tengan “mundo”. […] Y esta experiencia del mundo está constituida lingüísticamente. (Gadamer, 1997: 531)

Gadamer va a realizar un minucioso rastreo de esta relación entre lenguaje y mundo, tener lenguaje es tener mundo, y tener mundo es comportarse respecto de él. Pero mundo únicamente tiene el hombre, porque el resto de las especies humanas tiene medio, entorno. Cuando Gadamer haciendo referencia al pensamiento de Humboldt decía: Con el sentimiento de individualidad está dada siempre una intuición de una totalidad… (Gadamer, 1997: 527) se refería justamente a esto, esta intuición de una totalidad es la idea de mundo.

Esta idea de mundo, este mundo humano representado y compartido lingüísticamente, implica para Gadamer un grado de libertad que el resto de los seres vivos no poseen, porque le permite al hombre poder elevarse por encima de la realidad inmediata. Esta interpretación de la naturaleza humana, partiendo desde la constitución lingüística deja al hombre en una posición opuesta a la posición que deja Cassirer la condición humana.

Un animal puede abandonar su entorno y recorrer todo la tierra sin romper con eso su vinculación al entorno. En cambio para el hombre elevarse por encima del entorno es elevarse al mundo, y no significa abandono del entorno sino una posición completamente distinta respecto a él. (Gadamer, 1997: 533)

Ser un animal simbólico significa tener “mundo”

Ahora, siguiendo el lineamiento de Gadamer, vamos a detenernos en esta concepción de mundo. No importa si nuestra condición de seres simbólicos constituye una ventaja o una desventaja para nuestra existencia. Lo que nos interesa es saber de qué hablamos cuando hablamos de mundo.

Respecto de esto nuestro filósofo va a realizar una delimitación en cuanto al campo de las ciencias, él no va a referirse al mundo que es objeto de la biología o de la física. Si bien toda actividad humana está mediada lingüísticamente, en las ciencias existe una intencionalidad utilitaria, un saber dominador, que no se pregunta por el tipo de existencia de este mundo. En este sentido la ciencia trabaja con datos cuantificables y manipulables, su campo de investigación (su objeto de estudio) está circunscrito dentro de estos límites.

La física y la biología tienen en consecuencia un horizonte ontológico que en su calidad de ciencias no están capacitadas para rebasar. Ellas conocen lo que es, y como ha mostrado Kant, esto significa que lo conocen tal como está dado en el espacio y en el tiempo y como es objeto de la experiencia. (Gadamer, 1997: 542)

 A nosotros nos interesa la relación del hombre con la totalidad del mundo, este  mundo, que está constituido lingüísticamente, que no es ni el mundo en sí en el sentido griego, ni el mundo relativo en el sentido de las ciencias, sino que nos referimos a este mundo que se experimenta lingüísticamente; en otras palabras, este mundo al que accedemos a través de la lengua. Gadamer dice: El que tiene lenguaje tiene mundo. (Gadamer, 1997: 543).

La naturaleza del símbolo

Si nuestra concepción del mundo está mediada lingüísticamente, o sea por medio de símbolos, parece necesario preguntarnos por la naturaleza del símbolo. Porque tal vez esta nos diga algo más acerca de la constitución de nuestro mundo. Para esto vamos a recurrir, como lo hace Gadamer en su obra La actualidad de lo bello, a su significado originario.

El significado técnico en la lengua griega, era tablilla de recuerdo, esta concepción proviene de una antigua costumbre en la cual el anfitrión de una casa regalaba a su huésped, la mitad de una tablilla, ambos debían conservar cada uno su mitad y esto les permitiría después de un largo tiempo reconocer ese antiguo vínculo.

Similar representación se expresa en el discurso de Aristófanes en el Banquete de Platón, obra que también es tomada por Gadamer para explicar esta experiencia de reconocimiento en el otro.

[…] que cada hombre es, en cierto modo, un fragmento de algo; y eso es el amor: que en el encuentro se cumple la esperanza de que haya algo que sea el fragmento complementario que nos reintegre. (Gadamer, 2012: 84)

Gadamer va a tomar esta sensación que se expresa en el Banquete, esta idea de poder encontrarse completo en el encuentro con el otro y va a decir, esta sensación se puede transferir a la experiencia de lo bello en obra de arte. Porque la obra de arte remite, igual que el símbolo a algo que no está. A algo que no está de forma inmediata porque debe ser interpretado.

Nuestro filósofo intenta interpretar al símbolo no desde la postura clasicista sino desde la perspectiva de la obra de arte. Frente a una obra de arte experimentamos una sensación de totalidad, de completitud, eso es la experiencia estética, en esa clave debemos interpretar el símbolo, como parte de un orden mayor que es posible ser completado.

[…] en lo particular de un encuentro con el arte, no es lo particular lo que se experimenta, sino la totalidad del mundo experimentable y la posición ontológica del hombre en el mundo, y también, precisamente, su finitud frente a la trascendencia. (Gadamer, 2012: 86)

Mundo, lenguaje y comunidad

Este orden mayor al que remite el símbolo, del que habla Gadamer, podríamos decir que no es otra cosa que la comunidad. Tenemos entonces un mundo formado por símbolos que remiten a muchos otros. Si leyéramos “Sobre verdad y mentira” de Nietzsche en cierta forma podríamos decir que el lenguaje mismo es un conjunto de convenciones por las que los hombres se comprometen a llamar las cosas de una determinada manera. Esta determinada manera responde a una voluntad de poder.

Esta voluntad de poder no es otra cosa que el reconocimiento de que existen sectores con el poder de nombrar las cosas, o que determinados sectores tienen el poder de determinar cuáles son las cosas aceptables de nombrar, y así podríamos seguir con las consecuencias que se siguen de este hecho, pero no es en lo que nos queremos enfocar en esta oportunidad. Pero si vamos a rescatar estas palabras del autor:

…es decir, se inventará una designación de las cosas válida en general y obligatoria, y la legislación del lenguaje da también las primeras leyes de la verdad. Allí surge por primera vez el contraste entre verdad y mentira: el mentiroso utiliza las designaciones válidas, las palabras, para que aparezca como real lo que no es tal. (Nietzsche, 2009: 28)

Se da entonces que, casi sin darnos cuenta, vamos conformando este mundo humano, de verdades y conocimiento, olvidando que existe una convención por detrás, olvidando también que las convenciones pueden ser modificadas, porque no son la realidad misma.

Dividimos las cosas en géneros, designamos el árbol como masculino y la planta como femenina, ¡que asignación tan arbitraria! [...] Los diferentes idiomas-puestos uno al lado del otro-, muestran que en las palabras nunca importan la verdad ni la expresión adecuada: ya que de otro modo no habría tantos idiomas. La “cosa en sí” (que sería justamente la verdad pura y sin consecuencias) es incluso para el que crea un idioma algo inconcebible y no digna de búsqueda. (Nietzsche, 2009: 30)

Mirándolo de este modo parece que nuestro mundo es un gran entramado de conceptos, que no corresponde a una realidad en sí, pero que nuestro filósofo expone como herramienta para la supervivencia. Al parecer para él lo importante es tener en cuenta esta capacidad de creatividad, no debemos olvidar que no es la realidad en sí, por lo tanto, este mundo siempre puede ser modificada.


Hombre abierto a todas las posibilidades

Emprendimos este recorrido preguntándonos por la identidad, lo que nos condujo a la idea de hombre como ser simbólico. Reflexionamos sobre la experiencia lingüística del mundo, y sobre la naturaleza del símbolo, esta última nos remitió a la idea de mundo. Un mundo construido por metáforas, por convenciones.

Ahora bien, si lo definitivamente humano es lo simbólico, y nuestro mundo es un mundo conceptual, me pregunto: ¿no sería mejor dejar de hablar de identidades nacionales para hablar de identidad humana? ¿no tenemos acaso frente a nosotros infinitas posibilidades fuera de las antiguas convenciones vigentes? ¿sí la convención más poderosa y respetada por todos hoy es el dinero, no tenemos, acaso como humanos, la capacidad de crear nuevas convenciones fuera de este mundo?

Nietzsche nos dice algo que abre la puerta a la esperanza:

Mientras el hombre guiado por conceptos y abstracciones sólo evita la infelicidad con ellos, sin ganarse la felicidad, mientras trata, lo más posible, evitar los dolores, el hombre intuitivo, estando en una cultura, además de evitar los males cosecha una claridad, una animación y una liberación que fluyen continuamente. (Nietzsche, 2009: 46)

En este breve recorrido hemos abierto muchas puertas sin haber traspasado ninguna, pero en definitiva se trata de eso de buscar nuevas alternativas para construir nuevos y mejores mundos, porque aunque esto pueda parecer ingenuo no por eso es imposible.

 

Bibliografía

Cassirer, Ernest, Antropología filosófica. Trad.: Eugenio Ímaz. México: Fondo de cultura económica, 1967.

Gadamer, Hans-Georg, La actualidad de lo bello. Trad.: Antonio Gómez Ramos. Buenos Aires: Pidós, 2012.

Nietzsche, Friedrich,  Sobre verdad y mentira. Trad.: Alfredo Bernardo Tzveibel. Buenos Aires: Miluno, 2009.

Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método,1. Salamanca, Sígueme, 1997.

 

 

Notas:

[1] Jakob Johan von Uexküll (Keblaste, Estonia, 8 de septiembre de 1864- Capri, 25 de julio de 1944) fue un biólogo y filósofo alemán del Báltico. Uno de los pioneros de la etología antes de Konrad Lorenz.
[2] Friedrich Wilhem Christian Carl Ferdinand, barón de Humboldt  (Postdam, 22 de junio de 1767-8 de abril de 1835, Berlín) fue un erudito y hombre de estado alemán.