Alicia en el país de la filosofía, Año II, Número II, Nov-Dic 2016

Ser lo que se piensa. Leibniz y la libertad

Cristian Ariel Mouzo

Instituto de Enseñanza Superior “Dra. Alicia Moreau de Justo”

cristianmouzo@gmail.com

 
Resumen:
La búsqueda de lo que es la libertad, en términos de educación y de pensamiento, es la práctica misma de la libertad. Haciendo uso de este planteo, retomamos las propuestas de Spinoza y Leibniz con sus múltiples significaciones, pero para nosotros distintas respecto de algo sustancial: la voluntad libre.


Palabras claves:
Leibniz, Spinoza, Libertad, Voluntad, Educación


Abstract:
In terms of education and thought, the search for what freedom is, it is the practice of freedom itself. Within this framework of this reasoning, we resume the proposals by Spinoza and Leibniz with multiple significances, but different to us in something very substantial: the free will.


Keywords:
Leibniz – Spinoza – Freedom – Free will – Education
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Introducción

La nuestra es una propuesta nacida de una inquietud; la elección del tema tiene que ver con intentar, aunque sea por el tiempo que dure esta intervención, hablar de la libertad.  La libertad es posible que sea muchas cosas y depende qué segmento de la realidad tomemos, puede parecer otras tantas. La libertad a veces parece no ser tal cosa sin tener alguna renuncia como condición de posibilidad, que acabará en el fondo delimitando hasta dónde se puede ser libre y en qué contexto nos será a cada uno de nosotros permitido serlo. En este sentido, hemos elegido para abordar esta problemática a Leibni; que repone muchas de las competencias humanas de la libertad, habiendo sido éstas pérdidas  en el separatismo Cartesiano entre la razón y todo lo que no lo es. Este autor que hemos elegido no es, ni ha sido, para nada, lo que se puede decir un libertario, un revolucionario ni mucho menos y  sin embargo nos ha acercado, dentro de la modernidad más fanática (con todo lo que eso significa) a una visión que evita poner  a la contingencia en función de la necesidad de una sustancia que nos excede y que no puede ser contradicha de ninguna manera.

Descartes, que había pergeñado una suerte de separatismo entre la razón y todo lo que no lo es, nos propuso acerca de una moral provisoria que debíamos utilizar en nuestra cotidianeidad, aunque mas no fuera para pasar desapercibidos. De manera tal que vamos a plantear nuestra oposición a ese tipo de renunciamientos, a intervenir en la realidad que nos circunda. Descartes nos proponía resolver las cuestiones de todos los días con rapidez, para poder involucrarnos en un pensamiento, en una racionalización, que no necesariamente tenía un cauce. Sin ir más lejos, el propio Descartes de acuerdo a quien lo citara, no pudo evitar ser soporte teórico de las más diversas expresiones políticas y científicas que se puedan imaginar, podíamos sospechar de las científicas, pero si vamos al punto es raro que haya sido casi panteonizado  por los Revolucionarios franceses. Pero lo es, solamente si pensamos como él.

Si leemos con cierto detenimiento algunas propuestas, veremos que hay algunas lecturas que han disuelto la correlación entre el pensamiento y la práctica. En ellas, el desarrollo en el conocimiento no está directamente relacionado con ninguna modificación en la vida concreta de aquél que lo alcanza, y una idea puede permanecer allí, condensada de afecto, incluso cuando el conocimiento que la falsea ha sido adquirido.

Creemos entonces que lo primero que debemos hacer ante toda esta polémica , que aún existe, es  plantear, tratando de ser coherentes con aquello que nosotros pensamos de la  libertad en sí misma, solamente una propuesta insatisfactoria que busca ser al menos  una arenga a pensar de manera tal que, cada vez que se adquiere un conocimiento nuevo, y en la medida en que se pueda llevar a la práctica, este conocimiento esté mejorando la existencia de todos nuestros otros saberes y vínculos , y en muchos casos también la ejecución de nuestra cotidianeidad, de nuestras decisiones más próximas.  No se trata solamente de tomar conciencia, si bien tiene un valor específico en la práctica, si no de llevar adelante concretamente este desarrollo de la facultad de pensar.

La cuestión central será entonces  ver  el concepto  necesidad en dos sistemas que usaremos como espejo que son los de Leibniz y Spinoza, cuál es la relevancia de la gnoseología en este planteo, y cuáles son las que nosotros creemos que son las consecuencias prácticas de cada una de las visiones que aquí expondremos.

Nos quedaremos con una de ellas e intentaremos enfocarnos en la conclusión, en qué es aquello que nos puede aportar para nuestro presente. Asimismo pondremos el foco en tratar de no endiosar una forma de pensar y de dejar en claro que proponemos una verdad relativa sin ninguna ambición de absolutizar, aunque eso surja de la doctrina filosófica de quien hemos elegido para tratar el tema de la libertad. O de la voluntad, o de la construcción y el desarrollo del pensamiento de una persona. 


Spinoza y la posibilidad de elegir.

Spinoza es un filósofo tan fascinante como extraño. Es un pensador que  al plantear  la inherencia a la sustancia única que tienen los modos y atributos, repone la importancia a nivel ontológico de cada una de las cosas particulares y del hombre en tanto que funcionales a aquella, y de cada uno de nuestros actos en tanto que expresión de su movilidad permanente e infinita.

De movida es una respuesta avasallante con respecto al planteo cartesiano, pero pareciera, cuando uno va desarrollándolo más en profundidad, demasiado tirano con respecto a cuál es la posibilidad de elección o decisión que tenemos ante cada una de las cosas que nos rodean, o de cuál es nuestra capacidad de pensamiento para modificarla, en tal caso. 

La pregunta es entonces ¿Hasta dónde este planteamiento permite pensar en el desarrollo de la facultad de pensar (valga la redundancia) y en qué medida funciona como herramienta de transformación?


Libertad y necesidad

En Spinoza, es la necesidad la que condiciona y con la cual está emparentada la libertad del hombre. Para Spinoza libertad y necesidad son conceptos estrechamente ligados. Todo es necesidad, incluso si esta comporta diferentes grados. Dios es el único que es, propiamente hablando, libre. Como lo define Spinoza al inicio de la Ética: "Se llamará libre aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturaleza y se determina por sí sola a obrar" (Spinoza, Ética, I Parte, Definiciones, VII).

 En el Apéndice de la Primera Parte de la Ética  se explaya acerca de Dios de la siguiente manera.

   Existe necesariamente, que  es único, que  es y obra en virtud de la sola necesidad de su naturaleza, que  es causa libre de todas las cosas, que todas las cosas son en Dios y dependen de él de tal modo que sin él no pueden ni ser ni ser concebidas, [...] todas las cosas han sido predeterminadas por Dios, no sin duda por la libertad de la voluntad o por el absoluto beneplácito, sino por la naturaleza absoluta o la potencia infinita de Dios.(Spinoza, Ética, Apéndice).

Podemos agregar, también del apéndice de la primera parte, en donde toma posición y despeja algunas dudas que tienen que ver con ciertos prejuicios que funcionan de obstáculo a la consecución del hombre de concientizarse acerca de la necesidad Divina que los emparenta a  otros modos de la sustancia:

El hecho de que los hombres supongan comúnmente, que todas las cosas de la naturaleza actúan, al igual que ellos mismos, por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que Dios mismo dirige todas las cosas hacia un cierto fin, pues dicen que Dios ha hecho todas las cosas con vistas al hombre y ha creado al hombre para que le rinda culto (Spinoza, Ética, Idem).

Todo aquello que es depende de Dios.

En la naturaleza de las cosas no se da nada contingente, sino que todas son determinadas por la necesidad de la naturaleza divina a existir y a obrar de cierto modo. Toda cosa creada está sometida a una necesidad coaccionada, ya que tiene su causa por fuera de ella misma. La naturaleza pertenece, por lo tanto, al campo del mecanicismo. El hombre, al igual que la piedra, tiene su causa en Dios. No es más libre que ella. La única diferencia es que piensa que es libre (Spinoza, Ética, I Parte, Proposición XXIX).

Ahora bien, es un error que se debe a su ignorancia y a su finitud. En efecto,

Los hombres se equivocan, en cuanto que piensan que son libres; y esta opinión sólo consiste en que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas por las que son determinados. Su idea de libertad es, pues, ésta: que no conocen causa alguna de sus acciones. (Spinoza, Ética, Apéndice).

 

 La Libertad en Leibniz

La reflexión sobre el problema de la voluntad lleva a Leibniz a preguntarse por la estructura ontológica del hombre y sobre las implicaciones que conlleva en todos los órdenes de la realidad. La filosofía leibniziana tiene como objetivo constante la acción, y ello hace que, en el caso de su concepción del hombre, este no solo sea un ser abstracto sino que, antes bien, sea el hombre concreto, con todas sus limitaciones y potencialidades, el que esté siempre presente ante él y su sistema (Guillen Vera, 1994)

Esta cita de  Tomás Guillen Vera, nos ubica de mejor manera en el  tema de lo que podríamos hacerlo nosotros mismos, y es exactamente lo que queremos hacer ver. Leibniz nos permite pensar en las potencias que atraviesan al hombre concreto en sus decisiones más personalísimas, incluso sin caer del todo en la individualidad. Lo curioso y a la vez interesante es que se las ingenia para que esa libertad pueda ser puesta en función de un orden mayor, sin que eso signifique negarla.

Por lo que veníamos tratando con respecto a Spinoza, la única forma de no realizar la sustancia única en su necesidad era por negación. Es decir, todo lo que podía hacer el hombre con respecto a las acciones, era negarse a actualizar la potencia de la naturaleza. Negarse es un decir, simplemente podía no prestarse como agente de realización de la misma, incluso cuando esto también fuera parte de la necesidad de la sustancia, pero estuviera más viciado en lo referido a los afectos. Uno podría pensar en esto como una monopolización de todas las posibilidades, en las que el hombre solo se podía desentender por el malentendido que le otorga ser consciente de sus propias acciones y no de aquellas causas mayores que las determinan.


Libertad y praxis (libertad de hecho)

Leibniz mismo dice que al ser herederos del racionalismo cartesiano, aunque cada uno en distintas forma, sus metafísicas y consecuencias son peligrosas, al menos asi lo señala en "Conversación sobre la libertad y el destino" (1699-1703). Concretamente, las consecuencias de una metafísica como ésa suponen la negación de la libertad como posibilidad, quedando abstraída la vida del hombre a un mecanismo de la naturaleza en donde está sujeto a la necesidad de un orden geométrico.

Al primer lugar al que es arrojado Leibniz al preguntarse por la libertad es a la constitución ontológica del hombre y cuáles son sus consecuencias, de manera tal de no posar solamente la mirada sobre el hombre como ser abstracto sino también concreto, y esto deriva en un análisis de la praxis. Leibniz admite un paso posible entre la interioridad del hombre y la praxis.

Divide entonces, a la acción en dos; con un componente importante que tiene que ver con qué lugar ocupa el concepto de sabiduría en cada caso.

Por un lado está el plano de la interioridad en dónde la percepción ejercida es apercepción, o aprehensión del sí mismo y al ser ejercida tal acción,  la sabiduría deviene en felicidad. En el otro plano, el de la exterioridad y como inmediatez de la actividad en el plano anterior, la sabiduría deviene en justicia ya que el conocimiento del bien propio, la sabiduría, tiene como consecuencia el bien ajeno. Es decir, se reponen las posibilidades del hombre concreto con respecto a Descartes y se diferencian los planos procurando  el obrar un sentido distinto, con respecto a Spinoza. 

Tenemos entonces a la acción como atributo de la sustancia que se realiza, exteriorizándose gobernada por el entendimiento. Lo que sigue es importante; el entendimiento es quien determina a la voluntad conforme a las percepciones y razones, inclinándola pero no por eso la acción se vuelve necesaria. 

La libertad de hecho no tiene porqué convertir en necesarias sus inclinaciones no obstante, nadie negará que cuando la voluntad es férrea, gobernada por el entendimiento y de acuerdo con la inclinación, para no realizarse debe haber un obstáculo mayor que impida que incluso con todos estos componentes pujando por ser realizados, no haya ontologización. El poder de la voluntad está en querer lo que hay que querer para hacer lo que se quiere. 

Hay otro plano de la libertad que es la que administra la libertad de hecho y que es la libertad de querer: La voluntad es el esfuerzo de quien piensa. El esfuerzo es, a su vez, el inicio de la acción. El Pensamiento, entonces funciona como la acción en uno mismo. Para Leibniz (1992), la elección de la voluntad depende del desarrollo de la facultad de entender, y, por tanto, su elección es mejor conforme se produce el desarrollo de la facultad de entender. 

De la indiferencia

La distinción leibniziana frente a Spinoza es que lo voluntario no es un concepto opuesto a lo necesario, aunque sí lo es frente a lo involuntario. Con esto queremos decir que la necesidad (siempre que hablamos de necesidad es términos lógicos) se opone a la contingencia pero no a la volición. Sosteniendo que la capacidad de obrar, de actualizar la voluntad, no está restringida por la necesidad y ésta no tiene identidad con la determinación. El acto de la voluntad no es de ninguna manera contingente, implicando esto que la razón universal o la inteligencia perfecta de Dios implante su propia realización como sustancia.

La determinación es el punto exacto donde la realización del pensamiento se hace carne en la praxis. En la determinación hay un hombre con plena capacidad acción y decisión (posee la espontaneidad y la inteligencia) pero para llevar a cabo la acción es preciso que tenga la determinación. La determinación es el paso que obliga a superar la indiferencia.  La indiferencia es concretamente, estar en posición de realizar nuestros pensamientos, y no tener ningún afecto hacia los mismos.

Conclusión

En el marco de la exposición que nos compete queremos concluir con algunas nociones que particularicen y pongan en contexto el trabajo.

Pensamos que lo importante de esta exposición es básicamente a aquello a lo que Leibniz convoca. Teniendo un panorama amplio de lo que significa el esfuerzo, la voluntad y la apropiación del espacio en el que nos estamos formando como pensadores ameritan un debate que no podemos eludir. En un principio, todos aquellos que participamos de las casas de estudios, que conformamos un vínculo específico con el saber.
Desde aquí quisiera postular que la  pasividad ante la conformación de nuestro saber  (llámese Dios, Autoridad, etc.)  sea cual fuere el espacio en el cual nos desenvolvemos , dice mucho de cómo nos comportamos en aquellos otros ámbitos que no por ser cotidianos estén exentos de nuestra responsabilidad.

Para cerrar queremos dejarles una cita que engloba el pensamiento que subyace a cada pulso que fue necesario para confeccionar este y otros momentos en los que participamos. Dice así:

Como pedagogo llegó a establecer que “la educación lo puede ¡TODO!, hasta hacer bailar a todos los osos!”.  Y anotó al respecto, “lo peor de la educación  es un estudiante que no sabe estudiar, porque lo peor es un maestro que, porque no sabe observar, no sabe ser maestro”. Y es que era un acervado crítico de las deformaciones educativas: de los entreguismos a la incuestionable obediencia que imponen “los eruditos”,  de la fidelidad ciega a todo lo que se lee y escucha, de la falta de escepticismo y de sospecha, de la radical ausencia de experimentación, de corroboración de todo cuanto se afirma o cree, “esa abtrusa ceguera pedagógica que llaman saber y que no deja de ser sino plena erudición que aturde, desgasta y no beneficia en nada (Mora, 2014).


Bibliografía

Guillén Vera, Tomás, “Bases filosóficas para la ética y la política en Leibniz” en Revista de Estudios Políticos (Nueva Época) Núm. 83. Enero-Marzo 1994

Lebniz, Gottfried. Monadología / Escritos de Filosofía Jurídica y Política. Buenos Aires. Ed. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara. 2011

Leibniz, Gottfried. Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano. Madrid, Editorial Alianza, 1992.

Margot, Jean-Paul “Libertad y necesidad en Spinoza” en Praxis Filosófica, núm. 32, enero-junio, 2011, Universidad del Valle Cali, Colombia, pp. 27-44

Mora, Hernán C. “Leibniz y la educación” en “Semanario Universidad”, 20 de Agosto de 2014. Disponible en: http://semanariouniversidad.ucr.cr/opinion/leibniz-y-la-educacin/ Capturado el 10/09/2016

Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico. Trad.: Gustavo Sidwell. La Plata. Caronte Filosofía. 2005

Spinoza, Baruch. Tratado Teológico Político. Ed. Libertador. Buenos Aires. 2012

Spinoza, Baruch.  Tratado de la reforma del entendimiento y cartas II, IX, X, XXX, XXXVII y LX. Trad.: Lelio Fernández y Jean Paul Margot. Ed: Desconocida, Año. Desconocido.

Vasallo, Ángel. Retablo de la Filosofía Moderna (Figuras y Fervores). Buenos Aires. Ed. Catálogos. 1968