Alicia en el país de la filosofía, Año II, Número II, Nov-Dic 2016
El pensamiento político de Hobbes: la
finitud de la vida y el miedo a una muerte violenta como motor de un pacto
social
Carlos D’Onofrio
I.E.S. Nº1
carlosdonofrio@live.com.ar
Resumen: El objetivo de este trabajo, a partir del análisis del
Leviatán o la materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y Civil, es
interpretar y dilucidar algunas características relevantes del pensamiento
político de Hobbes desde sus motivaciones, prejuicios y su relación con el
saber de su época, no sólo como filósofo, sino también como sujeto histórico y
social. El Leviatán es, sin dudas, una de las obras más influyentes y
criticadas por los intelectuales posteriores a Hobbes, cuyas ideas han llegado
incluso, de manera directa o indirecta (a través de otros autores), a nuestras
tierras cuando comenzaron a gestarse los Estados Nacionales.
Palabras
claves: Thomas
Hobbes, Richard Dawkins, Miedo, Soberano, Justicia
Abstract: The aim
of this work from the analysis of Leviathan
or the matter, form and power of commonwealth ecclesiastical and civil, is
to interpret and elucidate some important characteristics of the political
thought of Hobbes from their motivations, prejudices and their relationship
with knowledge of his time, not only as a philosopher, but also as historical
and social subject. The Leviathan is undoubtedly one of the most influential
and criticized by later Hobbes intellectual works, whose ideas have even
directly or indirectly (through others), to our land when the National States
began to gestate.
Key words: Thomas Hobbes, Richard Dawkins, Fear,
Sovereign, Justice
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Introducción.
En 1976 el
etólogo inglés Richard Dawkins publica El Gen Egoísta. La teoría de
Dawkins sostiene que los individuos son máquinas creadas por los genes, a
través de un proceso de replicación, para su supervivencia. Existen, según esta
teoría, seres que manipulan a otros, y algunos, menos numerosos, que dan su
vida por el bien de la especie. Dawkins denomina a estos seres, que llegan a
extinguirse por el bien común, altruistas. Ahora bien, estos genes egoístas de
Dawkins preparan la máquina con antelación de la mejor manera posible: la
programan para su supervivencia, pero no la controlan en forma directa, sino
que cada individuo es responsable de su máquina. Nuestra especie, agrega el
etólogo, es la única capaz de hacer frente a esta predisposición genética,
porque tiene conciencia: “sólo el hombre puede revelarse contra la tiranía de
los replicadores egoístas” (Dawkins, 1976: 232). Pero los genes egoístas, para
Dawkins, no son las únicas unidades de transmisión. Dawkins dirá que para una
comprensión del hombre moderno se debe descartar al gen como única base de
nuestras ideas sobre la evolución. También estaría la Cultura, que actúa como
un replicador que se instala en el cerebro y que persiste, generación tras
generación, parasitándolo.
La tradición y el miedo como influencias en la
construcción del soberano
“[…] dos postulados certísimos de la
naturaleza humana: uno el de la natural codicia, por la cual todos quieren
apropiarse del uso de las cosas comunes, y otro el de la razón natural por la
que todos tratan de evitar la muerte violenta como el mal supremo de la
naturaleza; […] (Hobbes, 2010: 5).
La codicia
natural fue parte del argumento que Hobbes utilizó para contraponer a la
Monarquía, el poder soberano que reside en un solo hombre; por encima de la
aristocracia, que reside en más de un hombre, y la democracia que reside en el
poder de todos. Un monarca, dice Hobbes en el Leviatán, no entra en
contradicción consigo mismo por razones de envidia o de interés; en cambio, sí
puede suceder, entre los miembros de una asamblea. Mientras mayor es el número
de integrantes de una asamblea, mayor será el número de favoritos y aduladores
que “se turnarán en servir su respectiva codicia y ambición”[3] La
argumentación a favor de la Monarquía que desarrolla Hobbes en el Cap. XIX del Leviatán
se continúa en la tercera parte de la obra: De un Estado cristiano, donde
el filósofo demuestra un conocimiento profundo de las Sagradas Escrituras, tan
profundo como el de los clásicos, entre los que se destaca Tucídides.[4] Hobbes
tradujo al inglés la obra del historiador Tucídides para dar a conocer en
Inglaterra los desórdenes y confusiones de la democracia en Atenas: “Fue él
quien me enseño lo inepta que es la democracia, y cuánto más juicio tiene un
solo hombre que una asamblea” (Ibíd., p 815.).
Estas ideas acerca
de la Monarquía y sus beneficios no son nuevas o propias de Hobbes. El filósofo
intenta alejarse de la formación escolástica y del aristotelismo que estudió
durante cinco años en Oxford, y donde se recibió de Bachiller en artes. Un
intento que, a pesar de ser explícito en su obra, se cuela, inevitablemente, en
sus conceptos y argumentaciones. Hobbes pensó en una reforma educativa a partir
de su experiencia en la universidad. En el Cap. I del Leviatán lo dice
explícitamente cuando critica las enseñanzas aristotélicas sobre los sentidos:
No
digo esto como desaprobación de que se usen las universidades. Lo digo porque,
como más adelante habré de hablar de cuál es su función en una república, debo
hacer ver, siempre que haya oportunidad a lo largo de mi exposición, qué cosas
deberían corregirse en ellas, una de las cuales es la frecuencia con que allí
se habla sin significado (Hobbes, 2010: 252).
El filósofo,
sociólogo, psicólogo e historiador, Wilhem Dilthey (1833-1911), fue el primero
en estudiar las influencias teóricas en la obra de Hobbes. Dilthey señala que
en la filosofía política de Hobbes, en lo que se refiere a su teoría de las
pasiones en el tratado Del Hombre, primera parte del Leviatán, le
debe mucho al estoicismo. Para el estudioso de la filosofía política, Leo
Strauss (1899-1973), Dilthey fue demasiado lejos con su comparación, porque no
estudió, según él, la tradición escolástica que Hobbes rechaza rotundamente,
pero, de la cual, dice Strauss, nunca
pudo librarse completamente (Strauss, 2011: 25). Para Strauss, sin embargo, es
valorable la filosofía política de Hobbes porque le abre las puertas a la
psicología mecanicista y a la sociología. Además, destaca que Hobbes haya
filosofado en un momento álgido para las tradiciones clásica y teológica, cuestionadas
duramente, en un momento en el cual, todavía, la tradición de la ciencia
moderna, no se había desarrollado ni establecido. Strauss dice que en este
sentido Hobbes fue un precursor de las ideas modernas: “En ese lapso fue él y
sólo él quien formuló la pregunta fundamental por la vida justa del hombre y
ordenamiento justo de la sociedad” (Strauss, Ibíd.: 26).
Hobbes trató
sistemáticamente en sus obras, por un lado la filosofía moral, y por el otro,
la política en sentido estricto.[5] Para Hobbes, como
lo señala Strauss, “la filosofía política es esencialmente independiente de la
ciencia natural” (Ibíd.: 27). Esta independencia Hobbes la expone en la
introducción del Leviatán. Es independiente de la filosofía natural,
dice Hobbes, porque sus principios no están tomados de ésta, ni de ninguna otra
ciencia. Los principios que elabora Hobbes los provee la experiencia que cada
uno tiene, agrega el filósofo, de sí mismo con el esfuerzo del conocimiento y
el examen de sí de cada uno. Esto hace que la filosofía política de Hobbes se
comprenda de una forma más fácil, porque carece de un fundamento matemático,
propio de las ciencias naturales de su época. Hobbes clasifica el conocimiento
en base a la clasificación de lo existente, en cosas naturales y cosas artificiales.
Sin embargo, como ya lo hemos anunciado anteriormente, Hobbes no se desprende
completamente de la ciencia natural. Sus concepciones de ciudadano y Estado son
un producto artificial y se corresponden con la ciencia natural. Strauss
explica esta contradicción de la siguiente manera:
No
son tanto las cosas producidas artificialmente las que se diferencian
fundamentalmente de la totalidad de las cosas naturales, sino la producción, la
actividad humana misma, esto es, el hombre como ser esencialmente productivo,
especialmente como el ser que por medio de su arte produce a partir de su
propia naturaleza al ciudadano o al Estado (Strauss, Ibíd.: 29).
Sería muy largo
enumerar las influencias teóricas, y los conceptos que se repiten de autores
como Aristóteles, Santo Tomás, Francisco Suárez, por ejemplo, en los sistemas
que conforman la obra de Hobbes. Tampoco es una problemática que excluye a
otros autores, la diferencia en Hobbes es que él reniega de los pensadores
antes mencionados, los rechaza y hasta defenestra, y al mismo tiempo los
incluye, en algunos casos casi textualmente, en sus escritos. Cabe destacar,
como ejemplo, que la elección que hace Hobbes del soberano, en la figura de un
solo hombre, el Rey, en desmedro de la democracia o la aristocracia, tiene un
fundamento esencial en la formación puritana de la Inglaterra de su época.[6] Podríamos
formular como hipótesis que el ambiente académico de la Universidad de Oxford
en el siglo XVII tuvo algo que ver en esta contradicción de Hobbes, si tomamos como
argumento la experiencia de Giordano Bruno (1548-1600), y su paso por la
Universidad de Oxford en 1583, veinte años antes del ingreso de Hobbes a esta
casa de estudios, y que derivó que Bruno forjara el estereotipo del “pedante”.
Bruno dice acerca de las tradiciones que se presentan en la universidad
inglesa:
Yo
empero, aprecio más la metafísica de aquellos, en la que sobrepujaron a su
príncipe Aristóteles (aunque fuera una metafísica impura y maculada de vanas
conclusiones y teoremas que no son filosóficos ni teológicos, sino propios de
espíritus ociosos y mal orientados), que todo lo que puedan aportar
estos otros de la edad presente, con toda su elocuencia ciceroniana y su arte
declamatorio (Giordano Bruno, 2011: 47).
Más allá de esta
descripción que hace Bruno del ambiente académico de Oxford debemos reconocer
que Hobbes no es pedante en su teoría que profesa un nivel de conocimiento y
elocución plausibles que merece continuar como base de las teorías políticas,
sociales y antropológicas de nuestro tiempo.
Conclusión
El pensamiento
de Thomas Hobbes sigue vigente por varias razones, una de ellas
imprescindibles, si queremos pensar el presente a 200 años de nuestra
independencia del imperialismo colonial español. Me refiero, por un lado, a la
justicia, como ordenadora y creadora de la paz social, tal como la pensó Hobbes
en un contexto que, a mi entender, se repite: por un lado la crisis de los
sistemas políticos e ideológicos frente a los problemas de la sociedad; y, por
el otro, el miedo a la muerte violenta. La violencia en las calles y la muerte
son un tema cotidiano, y que hoy, moviliza a multitudes en distintos puntos del
país, en reclamo de: JUSTICIA!
En mi opinión,
es imperioso el debate político, no sólo en los claustros académicos, sino
también en el espacio público: asambleas vecinales, talleres sobre política y
Estado, etc. La Democracia es un sistema perfectible y se construye desde el
acuerdo mutuo entre ciudadanos capaces de reflexionar. A pesar de las críticas
de Hobbes y sus contemporáneos hacia ésta, propias de una época convulsionada,
siempre es preferible la participación igualitaria de cada uno de nosotros, a
lamentarse de las decisiones autoritarias e incuestionables de un monarca con
todo el poder en sus manos.
Bibliografía
- Bruno, G., De
la causa, principio y uno. Trad.: Ángel Vasallo. Buenos Aires: Losada,
2011.
- Dawkins, R., El
Gen Egoísta, las bases biológicas de nuestra conducta. Trad.: Juana Robles
Suárez. Barcelona: Salvat, 1993.
[1] “Todos los hombres, por
naturaleza, están provistos de notables lentes de aumento que son sus pasiones
y su egoísmo, a través de las cuales cualquier pequeño pago les parece
sobremanera gravoso; pero están desprovistos de esas otras lentes
anticipatorias, esto es, las lentes de la moral y de la ciencia civil, que les
permitirían distinguir desde lejos las miserias que les esperan y que no
podrían evitarse sin esas contribuciones”. (Hobbes, 2010: 392).
[2] “[…] como el derecho de
representar la persona de todos es dado a quien los hombres hacen su soberano,
mediante un pacto establecido entre ellos mismos, y no entre el soberano y
algunos de ellos, no puede haber quebrantamiento de convenio por parte del
soberano; y, en consecuencia, ninguno de sus súbditos puede librarse de estar
sujeto a él, alegando algún infringimiento de contrato por su parte” (Ibíd.,
:385).
[3] La división que hace Hobbes
de las formas de gobierno la toma de Aristóteles.
[4] “Estudié nuestras historias,
así como las griegas y las latinas, y leí a menudo poesía: Flaco, Virgilio;
también me familiaricé con Homero, Eurípides, Sófocles, Plauto, Aristófanes, y
otros más, asi como con muchos historiadores; pero no hubo otro que me gustara
tanto como Tucídides” (Hobbes, 2010: 813).
[5] Ver el capítulo I del Leviatán
(1651).
[6] Ver La Monarquía. Al Rey
de Chipre: Cap. 2 de Santo Tomás de Aquino.