Prof.
Valeria Rodríguez
IES N°1 “Dra. Alicia M. de Justo”
Resumen
En este trabajo abordaremos los conceptos de otredad y de
hospitalidad en dos filósofos que se dedicaron a pensar la cuestión del otro:
Jacques Derrida y Emmanuel Lévinas. Sostendremos que la alteridad conforma
nuestra identidad, no es lo diferente como externo a nosotros sino que cala en
lo más hondo de nuestro ser, nos constituye, nos define.
Palabras clave: otredad, hospitalidad,
responsabilidad, Jacques Derrida, Emmanuel Lévinas, identidad.
Abstract
This paper addresses the concepts of
otherness and hospitality on two of the main philosophers who dedicate his
efforts on that subject: Jacques Derrida and Emmanuel Lévinas. We are going to
sustain that otherness is a major part of our identity; it is not something
external instead it define us.
Key words: otherness, hospitality, responsibility, Jacques Derrida, Emmanuel Lévinas, identity.
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Introducción
Tomando como eje el concepto de Jacques Derrida de la hospitalidad y el de Emmanuel Lévinas
sobre la responsabilidad, pretendemos
seguir pensando la relación con el Otro. Ese Otro que es diferente, externo,
extranjero, el cual irrumpe sin pedir permiso y amenaza mi seguridad pero a la
vez me constituye, ya que todo lo que digo del Otro es aquello que no soy, pero
a la vez, si yo soy el que lo define, de alguna manera esa definición de lo
Otro es también parte de lo que soy, define mi identidad.
Una manera de tratar al Otro es desde la inclusión, pero
esta inclusión enmascara una superioridad por parte del que lo incluye, ya que
es éste último el que detenta el poder y establece los límites. Queremos destacar
también otras dos maneras de relacionarnos con el Otro: por un lado, desde la
tolerancia y por otro, desde la hospitalidad. La primera implica la idea de
“soportar”, se trata de una relación negativa, no me abro a la diferencia. En
cambio, desde la hospitalidad acepto al Otro en su otredad, acepto la
diferencia, y al estar abierto a la otredad me nutro de esas diferencias.
Este último punto es interesante ya que marca también las
limitaciones de las filosofías de la otredad (Derrida, Lévinas), ¿es posible
una hospitalidad infinita? ¿Debemos aceptar hasta lo inaceptable? El Otro nos
permite descubrirnos a nosotros mismos, somos todos igualmente diferentes y
allí radica la riqueza de pensarnos. El recibimiento hospitalario nos obliga,
nos enseña, a despegarnos de nuestro yo pero a la vez reconocernos en la
otredad.
La
figura del extranjero
Tanto Derrida como Lévinas, trabajan
el tema de la otredad, pero es Derrida el que se aboca un poco más sobre la
figura del extranjero, del Otro. Teniendo en cuenta que la propuesta de estas
Jornadas se enmarca en el bicentenario de la declaración de la Independencia,
nos pareció interesante retomar algunas prácticas cotidianas que, creemos, es
necesario repensar desde una filosofía de la otredad. Ya que, a nuestro entender, el Otro constituye nuestra identidad,
contrariamente a lo que intuitivamente podríamos llegar a afirmar, esto es, que
lo Otro es necesariamente lo diferente.
En el texto del antropólogo
Alejandro Grimson titulado Mitomanías
argentinas: cómo hablamos de nosotros mismos, hay un capítulo dedicado a
los mitos racistas que están vigentes hasta el día de hoy. Un mito puntual que
nos interesa retomar es el siguiente:
“En la época de la Argentina
integrada los inmigrantes se argentinizaban. Cuando el Estado era activo y
tenía verdaderas políticas de integración, los inmigrantes dejaban a un lado su
cultura de origen y adoptaban la argentina.”(Grimson, 2012: 96)
En el desarrollo de este mito, el
autor nos comenta que aquí se da un fenómeno muy particular: la nacionalidad de
los inmigrantes se traslada automáticamente a sus hijos por más que éstos hayan
nacido acá. Es decir, los hijos de padres bolivianos son considerados también
bolivianos aunque sean argentinos. Está claro que con la categoría de “boliviano”
se implican otras cosas (ser pobre, no tener la piel blanca, etc). El punto
interesante para este trabajo es destacar que los excluidos son
extranjerizados. Lo Otro es la alteridad, lo que yo no soy, lo diferente a mí
que, por ser diferente, lo excluyo.
Esto ya había sido advertido con
anterioridad por Jacques Derrida, nacido en la Argelia francesa y que sufrió un
hecho que, quizás, tuvo que ver con el desarrollo de su filosofía. En 1942 fue
echado de su Instituto por motivos racistas. El filósofo capta que la otredad
es tomada como la diferencia, como lo distinto, como la alteridad; pero propone
que ante la alteridad debemos responder con hospitalidad.
La
hospitalidad y la hostilidad
Jacques Derrida toma de Benveniste
dos derivaciones latinas de la palabra hostis, que viene a significar tanto enemigo como
huésped, de allí se deriva la palabra hostilidad. En cambio hospes significa el que recibe, el que
brinda hospitalidad al huésped.
Estas son dos de las maneras de
relacionarnos con el Otro. Si al extranjero no lo acepto por ser diferente me
relaciono desde la hostilidad, pero hay otra manera de relacionarnos con los
otros y es la que propone Derrida: debemos ser hospitalarios con el Otro, estar
abiertos a recibir la diferencia. El hospes
necesita del hostis para ser.
Estas reflexiones nos conducen a un
nuevo interrogante, si debo brindar hospitalidad al Otro ¿esto implica que debo
aceptar hasta lo inaceptable de ese Otro? ¿Es posible una hospitalidad
infinita?
Entendemos que el desarrollo de la
hospitalidad nos conduce indefectiblemente al plano de la ética, debemos
pensarnos no como un “nosotros” sino como “nos-otros”. La identidad no
es unidad sino que es multiplicidad. No podemos pensar una verdadera sociedad
si no salimos primero de la lógica de dominación-dominados; nos constituimos
con el Otro, es en la tensión con el Otro que me descubro a mí mismo. La
otredad me muestra lo que no puedo ver desde la mismidad, desde lo Uno.
La
responsabilidad por el Otro
Emmanuel Lévinas, amigo de Derrida,
plantea una filosofía de la diferencia, nos dice que debemos responsabilizarnos
por el Otro sin esperar nada a cambio, la responsabilidad por el Otro es
desinteresada. Le debemos eso al Otro ya que nosotros mismos somos el resultado
del cuidado de un Otro. Alguien se responsabilizó por nosotros anteriormente
para llegar a ser quienes somos.
El filósofo también señala que soy
alguien a partir del Otro, ya que soy cuando un Otro me nombra. En este sentido
se opone al ego cartesiano, la filosofía no comienza por la propia subjetividad
sino, todo lo contrario, a partir del reconocimiento del Otro, a través de la
palabra me constituyo ya que la esencia del lenguaje es ser en relación a
alguien más.
Cabe aclarar que la filosofía de
Lévinas se diferencia del Yo-Tú de Buber, ya que para éste último, ambas partes
están en igualdad de condiciones. En cambio, para el lituano, al abocarme a
partir del desinterés, el Otro no necesariamente será recíproco.
De esta manera, se propone una ética
en donde estoy obligado a acoger la alteridad. De hecho, Lévinas propone varias
figuras por las que debemos responsabilizarnos: el pobre, el huérfano, la viuda
y el extranjero. Ante estos actores tengo la obligación de hacerme responsable
por sus necesidades.
Por otro lado, el rostro es también
un concepto central en Lévinas. La relación cara a cara es esencial, es a
través del rostro del Otro que tomo conciencia que debo responsabilizarme por
él. También me doy cuenta que mirando al Otro me veo a mí mismo. Para el
filósofo, en el rostro radica el mandamiento “no matarás”, mirando al rostro no
puedo escapar de mi responsabilidad. En palabras del filósofo:
Totalidad e infinito describe la epifanía del rostro como un
deshechizamiento del mundo. Pero el rostro en cuanto rostro es la desnudez –y
el desnudamiento- “del pobre, de la viuda, del huérfano, del extranjero”, y su
expresión indica el “no matarás”. Cara a cara: relación ética que no se refiere
a ninguna ontología previa. […] Ella se abre, a modo de responsabilidad, sobre
el otro hombre […] (Lévinas, 2002: 10)
Para Emmanuel Lévinas el plano ético
antecede al plano ontológico, la ética siempre se antepone a cualquier otra
cosa, sólo a partir de ella se puede comenzar a construir.
Los
bárbaros y el rol del lenguaje
En la Antigüedad, el término bárbaro remitía a aquel que no poseía
una lengua sino que simplemente balbuceaba, no se le entendía lo que decía.
Esta categoría se aplicaba a los extranjeros, eran aquellos que estaban por
fuera, amenazando la identidad, por eso provocaban odio y temor. Se genera una
relación de hostilidad. La lengua juega un rol determinante en la identidad,
aquel que no posee lengua no es, está despojado del ser.
En el texto La hospitalidad, Derrida se
remonta a la antigua Grecia en donde encuentra derechos del extranjero, y ve en
ellos un contrato de hospitalidad. Aquél que tenía un nombre, o sea, una
identidad, una familia, podía ser recibido con hospitalidad. En cambio, si no
podía demostrar su identidad era considerado un bárbaro. El filósofo, entonces,
introduce una distinción entre hospitalidad absoluta, que es aquella que se le
ofrece a cualquiera y la hospitalidad de derecho que sólo se ofrece a aquellos
que cumplen ciertas características.
Al extranjero se le exige su nombre, su
identidad, se lo interroga: “necesito saber tu nombre así yo te llamo”. Es en este punto que Derrida se pregunta:
“¿La hospitalidad comienza por la
pregunta dirigida a quien llega? […]¿O bien la hospitalidad comienza por la
acogida sin pregunta?”(Derrida, 2008: 33)
Se da así, continúa Derrida, una
doble borradura, la de la pregunta y la del nombre. Debemos estar abiertos a la
diferencia sin condicionamientos, debemos aceptar lo Otro sin intentar
imponernos.
En este punto Derrida y Lévinas se
distancian, ya que para el primero debemos entablar la relación con el Otro
borrando la pregunta por el nombre, y para el segundo la relación se establece
precisamente a la inversa. Soy alguien a partir del lenguaje, soy alguien
cuando Otro me nombra, y en ese reconocimiento me descubro a mí mismo.
Paradójicamente la mismidad se construye desde la alteridad.
Conclusiones
A modo de conclusión, podemos decir
que el concepto de hospitalidad nos
obliga a pensar la alteridad desde una perspectiva más abierta, esto nos
permitirá generar una ética para la convivencia. El camino no será fácil, pero
es la tarea de la Filosofía repensar estas cuestiones para poder generar
vínculos con los otros que a la vez configuran cuál es nuestra identidad.
La identidad en este trabajo no es
pensada como lo idéntico, lo Uno, sino que, como nos legó Derrida, debemos
deconstruir dicho concepto. La identidad no es lo Mismo, sino que se configura
en tensión con el Otro.
Lévinas nos obliga a aceptar nuestra
responsabilidad ante el rostro de un Otro, debo acogerlo desinteresadamente. La
Filosofía debe comenzar por el plano ético para después poder abocarse a otras
cuestiones, ya que la relación con el Otro es una relación de trascendencia y
no de conocimiento.
Bibliografía
- Derrida,
Jacques, La hospitalidad. Trad.:
Mirta Segoviano. Buenos Aires: Ediciones La Flor, 2008.
- Grimson,
Alejandro, Mitomanía argentinas: cómo
hablamos de nosotros mismos. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2012.
- Lévinas,
Emmanuel, La huella del otro. Trad.:
Esther Cohen. México D.F: Taurus, 1998.
Totalidad e infinito: un ensayo sobre la exterioridad. Trad.: Daniel
E. Guillot. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002.