-
Usted sostiene que es necesario someterse a los textos griegos
originales como esclavos, pero sus interpretaciones de filósofos como
Parménides, lo han convertido en una autoridad, ¿hay que hacer oídos
sordos también a Cordero?
- (Risas). Si le dijera que sí,
sería masoquista. No, cuando hablo de interpretaciones no hablo de
interpretaciones de autores modernos, actuales, o de hace un siglo, que
estudian a los filósofos griegos, sino de interpretaciones antiguas,
como las de Aristóteles, de Platón, de Simplicio. Cuando ellos
interpretan a los primeros filósofos no tienen sentido de la historia,
están leyéndolos en función de problemas de su tiempo. Platón por
ejemplo tenía una polémica viviente con Antístenes, que era un filósofo
socrático, y con Meliso. Pero Platón ve que ambos se inspiran en
Parménides, entonces él critica a Parménides, pero en realidad está
criticando a Antístenes y a Meliso. Después, Aristóteles critica a
Platón, de manera que cuando critica a Parménides critica el
parmenidismo que queda en Platón, y así hasta los filósofos
neoplatónicos. Cuando digo que hay que ser esclavo del texto me refiero
a los poquitos textos auténticos que quedan de los primeros filósofos.
Antes de Platón queda muy poco, más que nada quedan textos de Heráclito
y de Empédocles, pero así y todo son diez páginas. De Empédocles un
poquito más. Entonces, me considero esclavo de esos textos, y desconfío
de las interpretaciones que los filósofos de ese momento y los de la
Edad Media hicieron de ellos. Evidentemente, una vez que se les extrae
todo el jugo al texto, uno lo interpreta, que es mi caso y el de otros
colegas, pero le aclaro que mi Parménides no lo comparte casi nadie. Yo
lo lamento, hice investigaciones de los manuscritos griegos,
investigaciones filológicas, me recorrí Europa para que el texto que
interpreto sea lo más parecido posible al original, que obviamente se
perdió. Lo que después hubo fueron citas de citas de citas, entonces
hay que depurar esas citas hasta intentar recuperar o restaurarlo, como
si se tratara de un cuadro, lo más parecido al original, pero no
reniego de mi interpretación.
- ¿Por qué no debería hablarse de “filosofía antigua”?
No debería porque la filosofía no
tiene época, tampoco se puede hablar de filosofía griega, a lo sumo
puede hablarse de la filosofía que practicaron los griegos de la
antigüedad. Ya la palabra “antiguo” se asocia a algo viejo, a algo
fuera de moda, démodé. Y creo que todos los problemas que los primeros
filósofos trataron, y más que nada la actitud frente a la realidad es
intemporal, entonces no tiene sentido hablar de “antigua”. En el libro
La invención de la filosofía digo, como una especie de chiste, que la
filosofía si se quiere puede ser griega y post-griega, porque todo lo
que viene después estaba ya en germen en los primeros filósofos.
- ¿Cuál
es la mayor dificultad que un joven estudiante de filosofía como yo
debería encarar o evitar para enfrentarse a esos textos originales de
los griegos?
- Espero no ofenderlo. Hay un
prejuicio cuando se estudia a los filósofos de la antigüedad,
especialmente hasta Aristóteles. Eran paganos, no tenían la verdad
revelada y entonces son primitivos. Ese es el peligro máximo, no
ponerse en el lugar de esta gente, e interpretarlos a través de
concepciones que todos llevamos, porque vivimos en un ambiente
cristiano, o islamo-judeo-cristiano. O sea, en un ambiente en el que ya
hay religiones, que responden a los grandes problemas a los que
respondieron los primeros filósofos, pero la religión responde en
función de otra cosa. Hay tendencia a no ver que, en estos filósofos,
la religión no tiene nada que ver, no había siquiera religión griega.
Se habla de la “religión griega” pero los buenos historiadores dicen:
“utilizo la palabra ‘religión’ por analogía”, porque lo que hay en la
antigüedad es mitos, ritos, oráculos, pero no religión. Usted sabe que,
en su origen, religión significa unirse al creador, y para los griegos
no hay creador. El peligro más grande es considerarlos primitivos
porque no habían recibido esas verdades reveladas que hay en la Biblia,
el Corán o la Torá. Como éstas son ya concepciones del mundo
están tan arraigadas en grandes intérpretes que a veces ellos
inconscientemente las aplican a los primeros griegos. Uno debe ponerse
en el lugar de esta gente que vive en un mundo que hay que explicárselo
como fuere, porque los mitos cuentan. Platón mismo les toma el pelo a
estos mitos. No se satisfacen con esas cosas. Las explicaciones tienen
que salir, digamos, con una r chiquita de la razón, digo chiquita
porque la razón fue creciendo. El origen de razón en griego es logos, y
el origen de la noción de razón comenzó siendo simplemente el
argumento, el razonamiento, y llega un momento, con los estoicos, en
que la razón es la que rige el universo, pero hay que esperar tres
siglos desde que empezó la filosofía hasta los estoicos.
- Una posible
diferencia que usted hace entre quien es escritor y quien no lo es,
estaría dada en el peso que se pone a aquello que se cuenta. ¿Podemos
pensar en un Parménides escritor, en un Heráclito escritor?, ¿cuál era
el peso que se ponía a la escritura de los filósofos griegos?
- La pregunta es muy difícil de
contestar. El carácter de un libro antiguo de filosofía es muy distinto
del carácter de los libros de filosofía posteriores. Pongámonos de
nuevo en el lugar de esta gente. Acaban de descubrir la escritura en la
mitad del siglo IX, empiezan a escribir. Tenían una enorme cultural
oral. La Ilíada y la Odisea eran poemas orales, había poesías liricas
orales, pero no escribían. Decidieron adoptar la escritura desde el
momento en que se constituye la ciudad como célula de la sociedad. A
mediados del siglo VIII se constituyen las ciudades, es decir ya no hay
rey, no hay tirano, y por lo tanto hacen falta leyes, y hace falta
escribirlas, entonces toman la escritura fenicia y la modifican un
poco, le agregan vocales y sonidos nuevos. Desde ese momento, escribir
es casi un oficio. Se dice que Homero puso por escrito la Ilíada y la
Odisea, si esto es verdad nunca pudo haber sido ciego, porque escribir
en un papiro es dificilísimo, el material es duro, se escribe con una
pluma cortada, se moja en una tinta que se fabrica con calamares
resecos al sol, es muy difícil. Cuando un filósofo decide escribir es
porque a la escritura le va a dar un peso muy fuerte, va a tener la
pretensión de que aquello que escriba va a quedar, y que alguien lo va
a poder discutir. Un texto filosófico griego es una invitación a
alguien para que discuta con él. El poema de Parménides es un diálogo
de una diosa con un joven que quiere aprender. Incluso como tema aparte
de la filosofía, la forma literaria dentro del poema cuenta una
historia, que es un diálogo. Heráclito, por el absurdo, hace lo mismo,
porque escribe de una manera tan difícil que obliga a que alguien
ilumine su texto, a que le eche luz. No hablemos de Platón, que escribe
diálogos para mostrar que la filosofía es diálogo. Evidentemente, a
medida que la escritura y la lengua en griego empiezan a expandirse, ya
que en un comienzo poca gente sabe leer y escribir, se llega a un
momento en el que, salvo los esclavos o campesinos, saben leer y
escribir. Allí comienza la belleza, y la escritura por la escritura,
pero empieza, más que nada, con los poetas. Platón es un gran artista
pero siempre en función de las ideas que él va a exponer. Y eso sigue
hasta el último gran filósofo que escribió en griego, que fue Plotino,
en el siglo III de nuestra era, ya con el cristianismo intentando
convertirse en una ideología y con los gnósticos contra los cuales
Plotino pelea. Los textos de Plotino son bellísimos, pero en función de
un contenido. Son escritores para decir algo. Como diríamos hoy
“engagé”, “comprometidos”.
- ¿En qué medida
ve usted necesaria la actualización, sea en manuales o en Wikipedia, de
algunas ya viejas nociones como las del “ser uno e inmóvil” de
Parménides?
- Los manuales lo que en general
hacen es perpetuar errores, no hablemos de Wikipedia, aunque es verdad
que Wikipedia permite después al lector completar el artículo, pero yo
nunca me atreví a completar el de Parménides porque hay que armarlo de
nuevo. Lo del “ser uno e inmóvil” es un mito. Imagine que usted es
filósofo y quiere explicar la realidad, y dice: la realidad es el ser
uno e inmóvil. Usted no explico nada, no explico su vida. Usted existe
entonces usted no es, porque si el ser es uno e inmóvil usted no tiene
ser. Hablo del ejemplo que usted dio, pero hay peores, como el “todo
fluye” de Heráclito, o el “idealismo” de Platón. No basta hablar de
ideas para que sea idealista. Platón es realista y la prueba es que
quiso modificar las constituciones del sur de Sicilia y le fue mal, lo
metieron preso. Lo que ocurre es que hay una tendencia, y vuelvo al
peligro de las concepciones que entran en la filosofía a partir de las
religiones reveladas, a poner, cuando un filósofo habló del ser, a
ponerle a ese ser todos los atributos del dios perfecto cristiano, que
es uno, que es eterno, pero que no tiene nada que ver. Cuando
Parménides está hablando del ser está hablando del hecho de ser, no de
una cosa, cosificada con el artículo “el”. Es el hecho de ser, el
siendo, por eso mi libro se llama “siendo se es”, es decir, es un hecho
que se encuentra en todos los entes, y ese sí es un hecho único, porque
hay un mismo ser en usted, en este grabador y en esta página. Hay ser.
El ser está ahí. La frasecita alemana “dasein” da justo en la tecla de
lo que es el ser para Parménides. El ser es algo que está, está dentro
de los entes y siempre estuvo, porque desde el momento en que hay entes
hubo un ser que le dio ser, como un auto que no marcha si no le pone
nafta. La realidad no marcharía si no hubiera ser, pero ese ser no es
uno, es único, que no es lo mismo. Lo defino casi como una fuerza
dinámica. Platón lo define como una dynamis, como una potencia de
actuar, lo que no tiene esta potencia no existe.
- La filosofía
surge como necesidad de subsanar ciertas faltas de explicaciones,
¿cuáles cree que son hoy las explicaciones que nos debemos?
- Lo que pasa es que la filosofía
nació hace veinte seis siglos y hoy, o en verdad hace ya varios siglos,
las grandes explicaciones se encuentran en la ciencia. Los primeros
filósofos eran científicos hasta donde podían. Tales decía que el
principio de las cosas es el agua, porque la realidad es viva, es
viviente, la physis es viviente, y donde no hay agua no hay vida.
Perfecto, pero hoy la ciencia va a mostrar que, si eso es así, es
porque el agua posee cualidades, de las que él no tenía la mínima idea.
En la actualidad esas preguntas ya son un poco antiguas. Pero lo que yo
quiero rescatar es lo que llevó a los filósofos a hacerse esas
preguntas, la necesidad de querer explicarse las cosas. Ellos usaban la
palabra “asombro”, quiere decir la admiración. ¡Hay cosas, qué raro!
Hay cosas y podría no haber nada, bueno, vamos a explicarlas. Claro,
hoy las explica la ciencia. Igualmente, los grandes científicos,
especialmente Einstein, en un momento dado son filósofos. En el caso de
Einstein, se vino místico, porque dijo: “al comienzo estuvo Dios”. Los
filósofos griegos no. Ellos querían encontrar una explicación que no se
apoyara en dioses, porque los dioses para ellos eran superhombres, pero
no eran todopoderosos, incluso tenían más defectos que los hombres
porque nadie los podía castigar. O sea, ya te digo, en la actualidad
creo que esas preguntas no están de moda porque las responde la
ciencia, y las preguntas que la ciencia no responde: ¿qué debo hacer?,
lamentablemente se explican por lo que llamo ocultismo o misticismo.
Hay filósofos iniciáticos, hay incluso una interpretación iniciática de
los primeros filósofos griegos, hecha por un norteamericano que se
llama Kingsley, y que tiene bastantes adeptos. En él, los textos
griegos son dichos o recitados como para entrar en trance, como los
tibetanos. En fin, yo no comparto eso.
- ¿Lo mismo pasa
si me pregunto por el asombro? Porque creo que el asombro (otra
condición necesaria para el surgimiento de la filosofía), hoy es una
capacidad a recapacitar. ¿Por dónde pasa hoy el asombro?
- Los ejemplos son banales. Yo me
asombro de que la Argentina en este momento esté como está, entonces me
busco explicaciones, que son políticas, claro, pero viviendo en Europa,
no lo podía creer. En parte vine por eso, quiero ver cómo aguantan esta
ocupación. Argentina en este momento creo que es como Francia cuando la
ocuparon los nazis en el año 43’. Es un país ocupado, se obliga a vivir
como no estamos acostumbrados a vivir. Eso me asombra y me hace pensar.
Claro, voy a encontrar una solución política. Que se joroben los que
votaron esto, porque se veía venir. Ahora, voy mejor a un lugar un poco
más cósmico. Yo todos los años, tenga o no plata, me las ingenio para
pasarme dos meses en Grecia, a veces con mi familia, a veces solo. Y
ahí en Creta, que se conserva todavía bastante como en la época
minoica, cuando uno mira ese mar, esa puesta de sol, ese cielo y piensa
que es el mismo que veía Platón hace veintisiete siglos, porque no
cambió, veintisiete siglos hoy en el mundo no es nada, en ese momento
yo me siento como un presocrático, y ahí sí me vienen preguntas. Dada
mi edad me angustio un poco de que uno se va a morir pronto. En fin, el
que encuentra que todo es normal no va a ser nunca filósofo. Normal
como el que dice: “ah sí, es así”. No, no es así. Eso lo dice
Aristóteles. Si usted recuerda, hay un pasaje en la Metafísica donde
cuenta la historia de alguien que se asombra porque va a ver marionetas
y ve que hay seres humanos chiquitos que se mueven y que no tienen
alma, porque para Aristóteles lo que hace mover es el alma, entonces
alguien se asombra. ¿Cómo es posible que un ser humano se mueva sin
tener alma? Como es curioso se va por detrás del tinglado y ve seres
humanos con alma que están moviendo a las marionetas. Entonces dice: el
primer asombro llevó a encontrar la solución, y después se asombraría,
ese mismo que se asombró, de si como hay seres humanos que manipulan,
las marionetas no se moviesen. O sea, es el asombro contrario. Cuando
se encuentra la causa de algo uno se asombra de que las cosas pudieran
ser de otra manera. Tómelo como reflexiones de un porteño antiguo.
- ¿Cree que para problemas de la actualidad podría resultarnos suficiente la filosofía de la antigua Grecia?
- No, suficiente no, no es
suficiente las respuestas que ellos dieron. Yo no vivo en función de
las ideas de Platón ni de la Ética a Nicómaco, pero es suficiente, creo
yo, para despertarnos. En una conferencia usé la palabra “despertador”.
La filosofía en sus comienzos tiene que ser un despertador que nos
quite de nuestra cotidianeidad. Si uno está asumido, como
explicaba bien Heidegger, en la cotidianeidad, y no hablemos en este
momento acá, donde uno se deja invadir por los mass-media y no
reflexiona, la reflexión se la dan ya masticada y digerida. Creo que es
la actitud lo que hay que rescatar de los primeros filósofos que
quisieron explicarse las cosas. Ahora, las respuestas que dieron
evidentemente no sirven. Bah, algunas sí, fíjese que los atomistas
dijeron que la realidad última es un átomo. ¿Cómo lo supieron, si no se
ve el átomo? Lo dedujeron, y la física actual dice lo mismo, lo único
que la física actual agrega es que el átomo se puede dividir. Para los
griegos no. Al dividirlo, se libera la energía y tenemos la energía
atómica.
- Muestra siempre algo de desdén, o al menos desinterés, por la filosofía contemporánea. ¿A qué se debe?
- Sí, pero no es desdén, sino que
creo que la filosofía se convirtió en otra cosa desde hace varios
siglos. Dada la gran importancia que hace un siglo y pico tiene la
antropología o la sociología, un filósofo actual, según interpreto,
como Foucault o Derrida, son en verdad grandes semiólogos, o grandes
sociólogos como Bordieu, pero no lo llamo filosofía, porque para mí la
filosofía es ésta de los primeros pasos, la de descubrir cuál es el
punto de la realidad. Como hoy esos problemas los filósofos no los
tratan, hay una especie de resurgimiento del ocultismo. Todo es zen en
la actualidad, hasta la comida. Claro, porque hay que encontrarse una
razón para explicar cómo hay que vivir, cómo hay que ser, pero como la
filosofía no la da, pululan todos. Cuántos cursos hay de metafísica,
pero vaya a ver qué es metafísica, es meditación, ejercicios
espirituales, yoga, que nada tiene que ver con la metafísica, pero se
usa la palabra porque es atrayente: meta-física: “más allá de lo
físico”. Pero no desprecio la filosofía actual. Personalmente no me
dice gran cosa. En una conferencia hice una distinción entre el escrito
y el filosofar, yo me di el lujo de hablar con Foucault, con Derrida,
con Deleuze y hablando son personas apasionantes, incluso abiertos. Me
preguntaban a mí: “¿cómo usted está tan entusiasmado con los griegos?”,
yo les decía mi posición, y ellos que conocen perfectamente bien esa
filosofía, no la dramatizan como la dramatizaba yo. Se asombraban de
que llegara alguien de Argentina más fanatizado por el origen del
pensamiento occidental que ellos mismos. Y en cuanto a lo que escriben,
es el discurso sobre el discurso sobre el discurso. Lo que no quita que
haya genialidades. Foucault habla de las tres epistemes que hay en la
historia del pensamiento, y se apoya en Platón, pero, insisto, es otra
cosa.
- ¿Se hace clara la diferencia que hay respecto al trabajo de la filosofía, bajo cualquier aspecto, entre Francia y Argentina?
- Quizá la diferencia mayor
consista en el status, bastante diferente, que tiene un profesor
universitario en Francia respecto del argentino. En Francia, al ser
"funcionarios", o sea, con puestos de por vida, sin posibilidad de
perderlos, el profesor tiene más tiempo y posibilidades de trabajar los
temas que más le interesan, y no está obligado a atenerse a programas.
Es así como por lo general desarrolla los temas sobre los que trabaja,
que suelen ser de gran calidad, porque se supone que el alumno, con su
ejemplo, especialmente metodológico, se va a ocupar de completar su
formación. Además, existe todavía una distancia entre el docente y el
alumno, que hace tiempo que desapareció en Argentina. La diferencia
mayor reside en la actitud que conduce a un estudiante a elegir
dedicarse, por ejemplo, a la filosofía: acá, quizá porque el título,
cuando se lo consigue, no asegure fuente segura de ingresos, se estudia
para mejorarse, por curiosidad, para intentar sentirse un poco mejor en
el mundo. En Francia, donde el título, que después de pasar varios
filtros el título sólo no vale, puede asegurar un puesto de por vida,
se estudia, pragmáticamente, lo que sirve para diplomarse, y eso está
mal.
-
Muchos de sus textos son introductorios pero alcanzan en profundidad
los principales problemas del origen de la filosofía, y funcionan tanto
en secundarios como en universidades. ¿Cuánto hubo de estrategia en
esto?
- Eso de "estrategia" parece
exagerado. En realidad, cuando escribo algo, me pongo en el lugar del
lector u oyente, y si yo mismo me aburro o veo que no es interesante,
que no agrega nada nuevo, lo modifico. A veces se me critica el estilo
casi oral de mis textos, pero yo lo tomo como un elogio. Sé que no se
puede rescatar en un escrito el estilo de un diálogo, pero como creo
que la filosofía es diálogo, y que el monólogo es la actitud
anti-filosófica por excelencia, propia del discurso del tirano o del
rezo, hago lo posible por darle vida a esos pensadores "antiguos" que
filosofaban para justificar un modo de vida basado en ciertas certezas.
Si lo consigo o no, el lector debe juzgar.
- A Luis, el protagonista de su novela…
- ¿No me diga que la leyó? Es indigesta me han dicho. (Risas).
- No la terminé aún, pero es buena, creo que tiene mucho humor…
- El final es triste. En el bar Sócrates…
- La pregunta es: ¿cómo puede la filosofía hacer de alguien un loco?
- Yo me inspiro en Roberto Arlt.
Incluso Erdosain aparece en un momento de la novela. Bueno, “loco”, no
en el sentido de ponerlo en el Hospital Borda, sino “loco” de no
aceptar la realidad tal como es. En ese caso, uno está un poco fuera de
la realidad, y estar un poco fuera de la realidad es un poco loco. En
esa novela lo que quise mostrar es que cuando uno tiene un compromiso,
hay que llevarlo hasta el final. En ese sentido soy platónico, creo que
las ideas platónicas son ideales que atraen la conducta. Eso dice
Platón mismo. “Quien conoce la forma de la justicia, quien conoce la
idea de la justicia, es justo, deviene justo”. Si uno realmente se mete
en eso, así un artista que ve la belleza va a hacer obras lindas, obras
buenas, y si no la conoce va a improvisar. ¿En qué sentido enloquece?
En el sentido de que uno pierde quizá un poco el sentido de la realidad
por estar tan empeñado en una búsqueda. Yo no puedo vivir si no me
pongo metas, y después hago todo en esa dirección. Si me sale mal no es
culpa mía. Yo, como los estoicos, lo que depende de vos todo, lo que no
depende de vos, lo que Dios quiera. Por ejemplo, se me viene la idea de
escribir un libro, me siento y lo empiezo a escribir y lo escribo.
Acabo de terminar un Platón contra Platón de 250 páginas, que no se si
alguien lo va a publicar. Un Platón que critica a Platón. En fin, puede
enloquecer pero en el buen sentido. Para Erdosain, Platón hubiese sido
el octavo loco, porque una persona que ve la realidad así, entra en lo
que él llama locura, como el astrólogo, o esa gente tan especial.
Buenos Aires, Mayo de 2016