Alicia
en el país de la filosofía,
Año II, Número II, Nov-Dic 2016
Decolonialidad de los modos de ser de la educación desde el estar NuestroAmericano.
Colectivo de filosofía
latinoamericana
Carlos Cullen, Daniela García,
Gonzalo J. Criado, Sebatian
Sosa,
Diego Giani Vico, Alonso Zengotita
La filosofía no es un
monumento acabado de la erudición cultural, sino una cuestión
interdisciplinaria que exige compromiso, debate y apuesta, y que se desarrolla
principalmente en el hacer educativo. Es una actividad y no un resultado ni un
sistema como ha devenido en la institucionalización académica, aun a sabiendas
de que no es, ni puede ser, el único modo o ejercicio posible de esa práctica
de cruce entre los fundamentos filosóficos y prácticas pedagógicas. En esa coyuntura, una disciplina que
cuestione sus propias prácticas no puede sino además y fundamentalmente
cuestionar los límites que separan a la comunidad epistémica o del saber con la
comunidad cultural de la que es parte, y ello implica entonces deconstruir los
pilares culturales de la modernidad-colonialidad como el sujeto y su dominio, y
el sistema de creencias sobre el que desarrolla su proyecto de vida, en suma,
el ideal de la civilización, de la civilización de la conquista. La verdadera
cuestión profunda es si la filosofía es el centro de la cosmovisión occidental,
o si frente a otros modos de ser, de estar o de pensar (configurado desde las
periferias como Latinoamérica, Africa o Asía), está en el fondo humano de
nuestra universalidad paradójicamente propia, que es pluricultural.
Si la filosofía asume
esa constitución pluricultural realiza el examen crítico de la realidad que sus
fundamentos demandan, y esa complejidad cultural se da en el ser, en el estar y
en el pensar desde América.
Si otro modo legítimo
de ejercer la filosofía de la educación es posible, tiene que arraigar en modos
o estrategias para vivir, en saberes que tienen sentido en el horizonte
simbólico común, en una experiencia pedagógica participativa, en la que no hay propósito
predeterminado, ni progreso, sino encuentro, problematizador y pluriverso.
Esta articulación
entre la filosofía y las prácticas educativas debe intentarse en diversos
espacios, en este sentido como grupo de docencia e investigación conformamos el
Colectivo de Filosofía Latinoamericana.
El primer cuatrimestre
de este año estuvimos llevando a cabo el seminario 'Debates actuales en torno
al pensamiento latinoamericano. Decolonialidad y educación' en el IES 1 Alicia
Moreau de Justo. El mismo tuvo una duración de 8 encuentros. Buscamos en este
escrito desarrollar el interés que supone el seminario tanto en términos de
contenido como así también en dinámicas de trabajo. Desde estos dos ejes lo que
el seminario busca proyectar es esencialmente ruptura: ruptura en términos de
contenido, porque aborda temáticas que incluso hoy -o más bien, particularmente
hoy- se hayan desplazadas de una currícula que supone algún tipo de
aproximación al pensamiento crítico y político. Ruptura también, en términos de
dinámica de trabajo, pues busca deshacer el dispositivo por el cual un seminario,
tanto de grado como de posgrado, canónicamente es estructurado de modo
unilateral: fundamentalmente, un formato en el cual existe uno o unos que son
los que dictan -el seminario, la clase, el encuentro, etc.- y otros los que
están ahí como receptores; por otro lado -y esto se acentúa especialmente en
los seminarios de posgrado- también busca deshacer o por lo menos tensionar el modelo de la
especialización temática, es decir, al modelo que separa en la transmisión y
discusión de un corpus determinado de textos que circulan y se distribuyen a
través del eje de una temática rectora determinada. En este escrito, entonces,
nos va a interesar abordar una perspectiva desde la cual creemos es posible
poner en juego saberes y maneras de hacer presente el cuerpo, que son
disruptivas del formato canónico pedagógico.
Antes de pasar a
desarrollar la experiencia pedagógica que tuvo lugar en el seminario, nos
parece oportuno darle el marco histórico o las condiciones de producción del
mismo.
Nuestro colectivo surgió
de un grupo de estudiantes con intereses comunes que realizamos un seminario de
extensión en la UBA sobre filosofía latinoamericana y educación popular en la
UBA. Luego esta experiencia la realizamos en grado, aprobado para cinco
carreras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Esto significó una
relación crítica y propositiva entre el modo de producción académico canónico y
las prácticas educativas alternativas orientadas al exterior de la universidad.
Durante los cuatro años que se repitió la experiencia de los seminarios de
grado fueron incorporándose dinámicas, invitados de la comunidad académica y
cultural y fortaleciéndose el trabajo de campo. En el transcurrir de esta
experiencia la mayoría de nosotros nos fuimos graduando y en base a eso
desarrollamos otros cursos en diversos ámbitos, al mismo tiempo que
desarrollamos proyectos institucionales de investigación.
El seminario que
dictamos en el Instituto Alicia Moreau de Justo superó nuestras expectativas
tanto en relación a la cantidad de participantes como a la diversidad de
especialidades de las que provenían los mismos. Justamente, dado que nuestro
desafío es establecer una integración de entre los contenidos y las prácticas,
tanto el proceso (o actividad) como el resultado(o estado), y la dialéctica reciproca, fueron auspiciosos.
Lógica metodológica:
por qué el seminario supone una ruptura respecto al modo en que canónicamente
un seminario se dicta. Como habíamos mencionado en la introducción dos puntos
centrales había en torno a la ruptura de la metodología canónica, ruptura en
relación a la separación entre los que dictan y los que reciben ese dictado,
por un lado, y ruptura en relación a la modalidad de hiperespecialización
temática. ¿Cuáles son los dispositivos metodológicos a través de los cuales
rompemos respecto del primer punto? Centralmente, ponemos aquel que viene al
seminario a producir; esto supone que, esencialmente, los conocimientos previos
de cada integrante son constantemente puestos en juego al momento de ser parte
de la dinámica de clase. Si la situacionalidad del seminario implica una
ruptura del canon de los seminarios que
lo rodean o que forman la oferta académica o de extensión -como en todas las
oportunidades en las que dictamos el seminario en la UBA - asimismo, el trabajo
al cual se dispone aquel que viene a participar en el seminario supone una
ruptura para con la típica modalidad de un seminario tanto de grado como de
posgrado: como dijimos (esto es descriptivo de manera general) un trabajo
alrededor de textos expuestos por el docente a cargo que abren, a veces, una
discusión sobre los contenidos y sus puntos problemáticos. Aquí, lo que se
intenta hacer es otra cosa: mostrar y poner en juego que, no se trata tanto de
incorporar un cuerpo de conocimientos a un agente o sujeto que se supone sabe
poco y de manera nada específica del tema, sino ver conjuntamente cómo es que,
a partir de una problemática planteada, el propio conocimiento situacional de
cada uno de los integrantes lleva a hacerse preguntas y -quizás- dar respuestas
respecto de lo que nos ha reunido. Para ello es necesario romper no sólo con
cierta lógica respecto de cómo se estructura la clase, sino, también, con la
disposición espacial típica en la que se da la misma, las cuales suponen una
distribución jerárquica determinada, tanto de los saberes como de los cuerpos.
Las dinámicas participativas implican que el grado de saber y de participación
no son directamente proporcionales. Esto significa que ninguno de los
participantes carece absolutamente de conocimientos previos, es decir, que el
saber se construye en la interrelación de trayectorias propias concretas y no
como fórmulas universales abstractas. El seminario no supone la idea de una
fórmula superadora, es decir, de una respuesta directa que logre consensuar y
sintetizar todos los saberes puesto en juego en el transcurso de los
encuentros, sino que lo busca es poner en primer plano el aspecto de ruptura
respecto a modalidades y contenidos desde los cuales los seminarios canónicos
se despliegan. Esto supone que una cierta incomodidad se produce en relación al
cuerpo y a los saberes de los participantes.
De esto es un ejemplo
eminentemente gráfico el dispositivo llamado 'barómetro de ideas'. El barómetro
de ideas se despliega de la siguiente manera: se disponen en un pizarrón frases
de autores de los cuales han dado texto para leer previamente, que no se hallan
en esos textos y que resultan en sí polémicos. Esto obedece a dos razones:
primero que al no ser propio de un texto ya leído suponga cierta suspensión
directa del análisis, y segundo -y consecuentemente- que al no ser producto de
una lectura directa los conocimientos previos surjan de manera más directa. Lo
que se pide a los integrantes del grupo es, básicamente, decidirse por sí o por
no respecto de la frase (habiendo dado tiempo para que la lean). Lo que no se
permite es que se adopte una postura intermedia, es decir, eminentemente
crítica: no es válido aceptar ciertas partes de las frases y negar otras, sino
que hay que poner el cuerpo, planteando una postura (en el marco de
argumentación de ideas pero también tomar una postura o localización corporal)
ya sea a favor o en contra. Esto supone, fundamentalmente, la ruptura con la
posibilidad infinita de la interpretación: en vez de entrar en un juego
lingüístico en donde, el problema que aparece en frente puede ser desmenuzado y
multiplicado desde diversas partes casi al infinito se parte, invirtiendo el
régimen canónico, de una decisión asertórica por un sí o por un no, a partir de
lo cual la postura ha de defenderse ante los otros. Centralmente, aquí lo que
se hace es poner al cuerpo en el lugar de una decisión, es decir, de una
acción, quitándolo de la posición facilística de una crítica continua, en donde
todo es objetado pero nunca nada aseverado. Lo importante aquí es resaltar que,
como el cuerpo ha sido, desde los lugares canónicos del conocimiento,
adiestrado, entrenado, proyectado para ejercer una crítica continua a partir de
un trabajo puramente textual, ahora se trata de posicionarse valorativamente en
un lugar y confrontar, defender, argüir frente al otro. Esto es, básicamente,
un descentramiento del ejercicio típico del graduado/posgraduado. En vez de
perderse infinitamente en un juego argumentativo con un texto, se trata de
romper tanto con la pura afirmación como con la simple crítica y ser capaz de
defender determinado punto de vista frente a otro.
Otro ejemplo fue la
actividad desarrollada mediante el uso de una técnica psicodramática en la cual
cada grupo debía desarrollar una escena de la vida cotidiana en la cual se
proponía representar una escena de discriminación por motivos raciales y/o
sociales (en el contexto de una clase de conceptualización o identificación de
dispositivos que son operadores discursivos y de poder de la colonialidad como
Raza, Genero, Clase, etc). Esta actividad permitió que distintas valoraciones
subjetivas de un mismo fenómeno pudieran no sólo no coincidir sino presentar un
malestar epistemológico y ético. Un compañero se sintió interpelado, se mostró
molesto con la actividad y, tras argumentar brevemente, abandonó la clase, tras
lo cual se decidió dejar la actividad. A la siguiente clase el mismo integrante
volvió y se habilitó el espacio para discutir lo ocurrido. Varios de los otros
participantes expresaron angustia ante la posibilidad de que el compañero no
volviera: ahí, fuertemente, se mostraba cómo el dispositivo podía suponer
ruptura a los diferentes integrantes respecto del paradigma típico desde el
cual un seminario y un espacio de estudio se les planteaba. Abandonar el ámbito
de lo meramente discursivo generó la incomodidad propia de abandonar el terreno
de lo seguro comprometiendo el cuerpo como espacio desde el cual puede también
construirse conocimiento. El compañero, al regresar, mantuvo su posición ética
crítica pero, al venir y participar, mostró que esa diferencia y ese espacio de
ruptura habilitado desde la dinámica del seminario resultaba válido y continuó
cursando el seminario participando de manera amplia y significativa. El
colectivo a partir de lo surgido tuvo la oportunidad de repensar el cuerpo y
los valores que atraviesan la corporalidad. Esto significó la incoporación de
una problemática que los contenidos no abordaban directamente, es decir otra
arista de la colonialidad, y en cierto modo de aspectos centrales de la
modernidad, desde una perspectiva descolonial que se enfrente a todo el plexo
axiológico de esas categorías que son dispositivos de administración del
saber-poder. Es decir a una perspectiva que permita la compresión de conjunto
de las opresiones en sentido sistémico y por ello desde todas las operaciones
simbólicas de la cultura.
Abrir el juego a las
probabilidades de manera en que estas puedan confrontar directamente, de manera
teórica pero también emocional supone eminentemente el riesgo de que el propio
cuerpo del seminario pueda romperse, es decir, que se encuentre con los propios
límites de su experiencia y un abismo de sentido que no era traducible al
lenguaje, o por lo menos en una experiencia dialógica. Pero ese es un riesgo
frente al cual toda práctica que busque romper con lo establecido se enfrenta,
por lo menos frente lo hiper-construido sobre una visión unilateral, y mostrar
otras posibilidades.
Sin embargo, se puede
argüir que ese no es el único riesgo que se presenta: separarse y enfrentarse a
una perspectiva que supone centralizarse en la especialización corre el peligro
del abordaje superficial de los conceptos involucrados. Pero este es un riesgo
conscientemente incorporado y esperable: salirse de la manera típica de abordar
conceptos es, de nuevo, un generador de incomodidad, de descentramiento, de
pérdida de perspectiva adquirida; es, fundamentalmente, una manera de
descentrar -y de ese modo, volver la atención sobre- el modo en el que el
cuerpo se para, se expresa y se valora respecto de conocimientos con los cuales
se interactúa. Aquello que propicia esta experiencia no aparece sólo en término
de ruptura: ese dislocamiento del cuerpo facilita el aparecer de los
conocimientos previos, de los conocimientos propios. Desde esta perspectiva, en
el desarrollarse del seminario dado en el Instituto Alicia Moreau de Justo,
sobre una problemática presentada, afluyeron multiplicidad de perspectivas: de
geógrafxs, de psicólogxs, de pedagogxs, de filósofxs, de arqueólogxs, de
historiadorxs, de sociólogxs. Antes que profundizar desde una perspectiva
única, se propició que cada uno de los integrantes recibiese múltiples
perspectivas diversas. El saber, desde esta(s) perspectiva(s), nunca puede ser
uno, ni puede excluir ni prejuzgar, pero tampoco es escéptico, sino que siempre
es comprometido, es fruto de una interrelación de principios y modos de acción.
Otra de las
experiencias vividas fue el encuentro con un invitado especial; Carlos Cullen ,
quien vino al seminario a dar una conferencia, y si bien esto supondría un
vinculo unilateral de discurso y de conocimiento, resultó de otra manera, ya que el invitado no
vino a presentar sus libros, sino a brindar una charla, que no invalidaba de
por si la modalidad expositiva sino que la complementaba con aportes
específicos de los participantes. En este sentido el seminario fue un cruce de
trayectorias que le permitieron dialogar en una forma horizontal sus saberes,
su trayectoria, su bibliografía en el curso de los caminos sinuosos de su
biografía, de su historia personal.